Cazadores de sombras lo orígenes prólogo
Mientras miraba a un lado y al otro de la vacía calle, se pasó la manga del abrigo por la cara, tratando de limpiarse el icor, que le picaba y le quemaba la piel. La tela quedó manchada de verde y negro. También tenía un corte en el dorso de lamano, un corte feo. Le iría bien una runa curativa. Una de las de Charlotte, a poder ser. Ella era especialmente buena con los iratzes.
Una silueta se despegó de las sombras y fue hacia Will. El dio un paso adelante y se detuvo. No era Jem, sino un policía bastante corriente que hacía su ronda, con un casco en forma de campana, un pesado abrigo y una expresión de extrañeza. Miró a Will, omejor, a través de Will. Por muy acostumbrado que estés al glamour, siempre resulta extraño que miren a través de ti como si no estuvieras allí. Will sintió el repentino impulso de hacerse con la porra del guardia y observarle mientras el hombre daba vueltas en redondo, tratando de averiguar adonde habría ido a parar, pero Jem lo había regañado las pocas veces que había hecho eso antes, y aunque Willnunca había llegado a entender las objeciones de Jem a ese asunto, no valía la pena hacerlo enfadar.
El policía se encogió de hombros y parpadeó al pasar frente a Will, meneando la cabeza y mascullando algo sobre dejar la ginebra antes de que realmente empezara a ver visiones. Will se apartó para dejarle pasar, luego lanzó un grito.
—¡James Carstairs! ¿Dónde estás, bastardo desleal?Esta vez obtuvo una débil respuesta.
—Por aquí. Sigue la luz mágica.
Will se dirigió hacia el lugar de donde provenía la voz de Jem. Parecía surgir de una oscura abertura entre dos almacenes; se vislumbraba un tenue brillo entre las sombras, como la fugaz luz de un fuego fatuo.
—¿Me has oído antes? Ese demonio shax pensó que me podía atrapar con sus malditas pinzas, pero loarrinconé en un callejón…
—Sí, te he oído. —El joven que apareció en la boca del callejón parecía muy pálido bajo la luz de la farola, incluso más pálido de lo que estaba normalmente, que ya era mucho. Llevaba la cabeza descubierta, lo que de inmediato atraía la mirada sobre su cabello, que era de un extraño color plateado brillante, como un chelín nuevo. Sus ojos eran del mismo color plata, y surostro era angular y de huesos finos, con la ligera curva de los ojos como única indicación de su ascendencia.
Tenía manchas negras sobre la pechera de la camisa, y las manos cubiertas de rojo.
Will se tensó.
—Estás sangrando. ¿Qué ha pasado?
Jem rechazó con un gesto la preocupación de su amigo.
—La sangre no es mía. —Volvió la cabeza hacia el callejón situado a suespalda—. Es de ella.
Will dirigió su mirada hacia las sombras más espesas del callejón. En el rincón del fondo había una forma hecha un ovillo; sólo una sombra en la oscuridad, pero cuando Will miró más fijamente, pudo distinguir la silueta de una pálida mano, y un mechón de cabello rubio.
—¿Una mujer muerta? —preguntó Will—. ¿Una mundana?
—Una niña, en realidad. De no más de catorce...
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