Cervantes en las meditaciones del quijote
Juan Padilla realiza en su libro una tarea digna de reconocimiento por dos buenas razones : primera, la generosidad de acercarse a una obra filosófica de estirpe orteguiana, solo conocida en el ámbito de los afines, sin ninguno de los prejuicios ambientales que todavía impregnan todo lo referido a Ortega en nuestropaís. En segundo lugar, el rigor y la profundidad con que realiza la lectura de las obras de R. Huéscar, acertando a aislar los nudos principales y a seguir el desarrollo del propósito conjunto y demostrando el carácter estrictamente filosófico de su vocación, también en sus escritos no formalmente filosóficos, como los que componen Semblanza de Ortega o su novela Vida con una diosa. En la obra de R.Huéscar se investiga y desarrolla casi radiográficamente, sobre el fondo de la filosofía orteguiana de la vida humana, no solo la sistemática y poderosa nervadura metafísica de ésta sino sobre todo el carácter ejecutivo, performativo, en el sentido metódico de la razón vital, de la actividad filosófica. El sentido fundamental y último del estudio de Padilla es analizar la obra de R. Huéscarentendiéndola como respuesta vital del autor a su circunstancia (de la cual Ortega, desde que lo conoció y desencadenó su vocación filosófica en la primera juventud fue ‘instancia’ central y constante como figura intelectual y humana) y poner en evidencia la hondura y la verdad con que asumió dicha vocación.
Especialmente acertado es, a mi parecer, en este sentido, el modo como entiendePadilla la justificación filosófica de los escritos que componen lo que R.Huéscar llamó su semblanza de Ortega, inevitablemente autobiográficos. Participar en la misión colectiva de los orteguianos que habían conocido a Ortega de darlo a conocer, resultaba para R. Huéscar, no solo un deber de gratitud para con el maestro, sino un ejercicio de total relevancia filosófica. Se propuso mostrar que la vidade Ortega fue un caso ejecutivo de su filosofía, que su pensamiento y su vida forman un todo coherente, una “unidad orgánica”; que Ortega vivió hasta su muerte consagrado en cuerpo y alma a la verdad e hizo de su vida un ejercicio sostenido de autenticidad. Desde ahí hay que entender, por ejemplo, cree R. Huéscar, la tan controvertida actividad política de Ortega entre los años 14 y 32 del pasadosiglo, y su posterior silencio, por referirme a uno de los aspectos sobre los que se ha vertido alguna literatura en los últimos años. También desde ahí, comprendiéndolo desde su ejecución bajo el imperativo categórico de autenticidad, conviene acercarse, y así lo hace Padilla, a un pensamiento, como el de R. Huéscar, concebido desde un profundo asentimiento vital al magisterio orteguiano....
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