Cervantes

Páginas: 39 (9744 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2010
«¡Voto a Dios que me espanta esta tarea!» hubimos de exclamar al llevar las manos, servidoras de la idea, a la búsqueda de poesías pregoneras de la admiración profunda que por el inmortal Cervantes sintieron algunos, y debieran de sentir cuantos hablan su mismo idioma, ya que harto sabido es que en asuntos tales, más que el empeño, favorece la suerte. Que el nuestro fue decidido, nobien salió de las mantillas del deseo para vestir el traje de la realidad, no hemos de pensar se ponga en duda, pues ¡a qué padre no le gusta que sus hijos sean hermosos y garridos, de noble talante y con alientos para larga vida!
Dos dificultades nos salieron desde el primer instante al paso, como si quisieran atajarle, y fueron la pobreza de nuestro haber bibliográfico, tanto másdesconsoladora, cuanto eran varias las notas ya recogidas referentes a los cantores de Cervantes, y la penuria del tiempo harto escaso para proporcionarnos, solicitándolas de otros países, aquellas composiciones que, probablemente, derecho   -6-   tendrían por su belleza, si no a figurar en la presente Colección, siquiera a que se citasen por el prologuista.
Entorpeció tambiénmomentáneamente nuestra labor, otra dificultad; el material acumulado rebasaba los límites de lo humanamente hacedero, si debía responder el libro al propósito fundamental que con sacarle a luz se perseguía, la modicidad de su precio. Caíase de su peso que aun publicando todo lo recogido, muchas, pero muchísimas, son las poesías divulgadoras de aquella devoción a que al principio nos referimos,lo que importa decir que, de lo agrupado, tuvimos que escoger, y a lo escogido no le cabía el pomposo nombre de Antología Cervantina. El breve titubeo, nacido lógicamente tras la selección, nos apuntó, entonces, también lógicamente, el título que debía ostentar el presente trabajillo; no le cuadraba más que el que lleva, el de Ensayo de Antología Cervantina Castellana.
Que Cervantesfue poeta de verdad, de la cohorte de esos privilegiados seres, pocos en todos los países, que alcanzan por divinal munificencia, el supremo don de idealizar cuanto ven, y que tenía en grande estima a quienes pulsaban el plectro de oro, díganlo en muy alta voz, no sólo la célebre Canción de Grisóstomo -Cap. XIV de la 1.ª Parte de Don Quijote- y su Viaje al Parnaso, en el que hay trozosque Lope podría firmar sin menoscabo de su reputación, si no las frases que en el «libro magno»   -7-   dedica a esa doncella -la poesía- que «no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas, ni por los rincones de los palacios... no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros queen ella se encierran». Cuando Lope, a pesar de los pesares, aplaudió con nobilísima sinceridad la labor novelesca y la prosa poética de Cervantes, y de este aplauso se hizo eco el infortunado protegido de las Musas, Narciso Serra, al poner en boca del Fénix de los Ingenios estas preciosas quintillas:
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|«Yo no sé si valgo algo; |
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|»mas por bien corta revancha, |
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