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Páginas: 19 (4663 palabras) Publicado: 23 de julio de 2012
posible que fuese tan completamente ciego para ignorar lo que sucedía a su alrededor? ¿A toda costa necesitaría de una incitación directa para percatarse de los hechos en este vacío de acontecimientos en que las cosas más torpes y nimias adquirían por fuerza relieves? Sintiose asombrado. Sin que él se diese cuenta, quienes con más ahínco buscaban los frutos ciertos de la vida, ya habían visto enla gallarda Clara, aún niña, la promesa de la mujer, y en su camino sembraban la tentación. Recordaba ahora..., pero no, no pensar, no pensar, no preocuparse innecesariamente de la vida de los otros.

Dio un impulso a su hamaca y decidió olvidar este pequeño incidente al que estaba, dando una importancia desproporcionada, y buscar en su interior imágenes más felices: aquellas de su niñez.Era su recurso habitual cuando la obsesión del momento no era poderosamente fuerte.

«Sí -se dijo-, cuando el herrero nos propuso comprar la barra vieja del campanario». ¿Quién había sido el de la idea? -ya no se acordaba-, pero todo sucedió una de las veces que la pandilla planeaba una aventura por el río y hacían falta pesos para el alquiler del bote, la compra de liña y anzuelos.Alguien fue a ofrecer a un pequeño taller, una viga de hierro que había servido de eje de suspensión a las campanas de la iglesia, y que por un motivo u otro, actualmente estaba en desuso en lo alto de la torre.

El herrero aceptó, y los muchachos, que tenían libre acceso a todas las dependencias parroquiales como que eran quienes repicaban, ayudaban a misa, monopolizaban todas las plazasde monaguillos y, para más, sabían cómo se zafaba sin llave la puerta del campanario, así hubo terminado el ajuste, pusieron manos a la obra.

Subieron las desvencijadas escaleras unos ocho; él estaba allí, y también Óscar. Uno quedó fuera, al pie del edificio, para dirigir la maniobra, avisar en cuál momento no pasaba gente y ordenar que se arrojara el tremendo hierro.

Con lascuerdas de las campanas y algunos tablones como palancas, tras duro bregar, la carga estuvo en posición de ser lanzada desde lo alto.

En esa época todos estaban conquistados por el ideal de la recia vida del mar, y el que estaba abajo daba órdenes con cierto ademán rudo de aprendiz a bucanero, como había visto y oído en el cine o leído en las novelas de Salgari. No estaba muy seguro de quealguno, secretamente, no aspirara a tener una pata de palo, o un parche en un ojo.

-¡Sujetá ese cabo! ¡atención... fuerza ahora!... ¡tirá!

Pero en ese momento, los de la torre vieron que el contramaestre levantaba los brazos con horror y batía los pies en polvorosa, mientras gritaba despavorido: «¡Matamos una vieja! ¡matamos una vieja!».

Los del campanario bajaron las escalerassobre las ondas del espanto y sin verificar más lo sucedido, corrieron como locos hacia un parque, a siete u ocho cuadras del lugar. Se metieron en el limpio bosque y ocultos en una hondonada, quedaron a cobrar aliento. Todos estaban lívidos, trasudados y temblorosos.

Óscar fue el primero que volvió a hablar. Jadeante y entrecortadamente, se dirigió a uno cualquiera buscando por instinto,sin proponérselo, un testigo y un atenuante para sí:

-¡Yo le dije a Martín que mirara antes de tirar!

-¿Estás loco, y para qué entonces estaba Capí abajo? ¿no era él quién tenía que avisar? -Miró a todos, pidiendo la confirmación de sus palabras-. ¿Dónde se habrá metido Capí?

-Corrió hacia su casa.

De pronto uno se puso a llorar. La mamá extrañaría su ausencia.-No te apures Pepín, yo te voy a llevar. Esperá un poco.

-¿Qué vamos a esperar? -Todos quedaron desconcertados: habían huido por impulso y acabado éste, no sabían qué hacer.

Hablaban todos. Algunos querían volver, otros no se atrevían. Discutieron qué dirían, qué harían. Cuando ya la noche había caído completamente, resolvieron salir del bosque e ir a mirar desde lejos la...
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