Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, traducción de Purificación Jiménez, México, Vuelta, 1991, 453 p. Álvaro Matute
No quiero que se me malinterprete en el sentido de que expongo una especie de malinchismo historiográfico, en todo caso asumo un maniqueísmo en el que queda clara mi preferencia por Hale. En realidad las cosas no son tan simples como eso. Todo esto viene a colación porqueHale menciona en su introducción unos comentarios de Woodrow Borah y de John Womack acerca de la mínima profesionalidad de la historiografía mexicana, su rezago metodológico, su irrelevancia temática, su patrocinio estatal. En un ya lejano congreso de historiadores, en Santa Mónica, California, expresaba Miguel León-Portilla -en 1973- las diferencias que hay entre la historia desde adentro y lahistoria desde afuera. Ambas tienen ventajas y desventajas y cumplen funciones sociales diferentes. Alguna vez me preguntaron si podría darse en México un Womack que escribiera sobre algún asunto histórico norteamericano. Mi respuesta, optimista, dijo que sí, pero que no pronto. En la práctica he constatado la preferencia de lectores extranjeros (mexicanos, italianos y aun ingleses) a la historiade los Estados Unidos del alemán Willy Paul Adams frente al famoso texto de Morrison, Commanger y Leuchtemberg, con todo y los excelentes historiadores que son los tres citados. ¿Por qué? Simplemente porque ven desde fuera a los Estados Unidos. No dan por sabidas muchas cosas, no participan del "consenso" norteamericano y se permiten entender desde una óptica externa un país determinado. ¿Cuándo?Cuando la administración académica entienda que el productivismo puede ser estéril si se trata de alentar obras de profundidad que puedan ser producto de una entrega constante de diez a veinte años, ya que los grandes libros no son resultado de improvisaciones. Ciertamente el de Reyes Heroles no fue escrito en un día como lo prueba su alta calidad. Su problema es el mensaje. Es un libro deintelectual orgánico, no de intelectual a secas. La verdad está matizada.
Y, de cualquier manera, alguien tenía que penetrar en esa suerte de continuidad del liberalismo mexicano en el positivismo. Ya Zea, desde hace cuarenta y ocho años, había dado un firme y sólido primer paso, bajo la sabia guía de José Gaos. La historia de las ideas no estaba desprotegida en México. Acaso la sorprendió el avance queen otros medios tuvo la denominada historia intelectual, que se diferenciaba de la primera por relacionar las realidades concretas de los individuos con el discurso ideológico, y éste no era visto como un hongo que brotase de la nada. La historia de las ideas, pese a tener una sólida factura en el medio mexicano, llegó a cierto anquilosamiento que felizmente fue superado más tarde.
Charles Hale...
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