chavez
Conocí al líder venezolano en 2010, cuando asistí a la conferencia académica “Hombres a caballo”convocada por el ministerio de Relaciones Exteriores y la Universidad Nacional, campus de Caracas.
Estábamos por concluir las reflexiones teóricas en torno a los próceres americanos que se habían tiradoextensas y sin duda dolorosísimas jornadas libertarias a lomo de mula, yegua, carroza o corcel por territorios del continente —del istmo en el caso de Morazán— cuando el edecán nos advirtió estar mañanadomingo prestos para tomar el autobús oficial ya que —confidente, rezumaba aliento fraterno— ofrecía la agenda actividades singulares.
La primera fue un desayuno colectivo con el vicepresidenteElías Jaua, tanto joven como políticamente experimentado, en la residencia de Cancillería y donde aproveché para exigirle que no abandonaran a la resistencia hondureña, deseosa de transformar al país yliberarlo del venal bipartidismo liberonacionalista que malignamente controla al Estado.
Me llevó aparte de los otros y me contó entonces lo que fue su batalla personal con Chávez: por años habíanasistido a cualquier reunión, minúscula que fuera, para explicar y difundir su programa político, y que esa acción hormiga había generado inauditos resultados.
Cuando en la tarde de elecciones empezarona fluir los datos, la confusa y confiada oligarquía venezolana descubrió que el chavismo había conquistado el poder, quizás para siempre.
El segundo evento, hora después, fue trasladarnos a PlazaBolívar, donde se celebraría esa mañana la transmisión 210 de ¡Aló Presidente!, el programa radiotelevisivo en que el comandante Hugo Chávez se dirigía a una vasta audiencia interesada en asuntos decandente política nacional, internacional y mundial.
Pasamos dos amables controles de seguridad, dejamos en Secretaría los regalos (Edenia Argueta envió cuatro bellezas artesanales) y nos sentamos a...
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