chewbacca

Páginas: 7 (1616 palabras) Publicado: 29 de marzo de 2013
La señora Navárrez gimió de tal manera durante toda la noche que sus gemidos llenaban el inquilinato como si hubiese una luz encendida en cada cuarto, y nadie pudo dormir.
Pasó toda la noche, mordiendo su almohada blanca, retorciendo sus manos delgadas y gritando:
-¡Mi Joe!
A las tres de la madrugada los habitantes de los apartamentos se convencieron, finalmente, de que la mujer jamáscerraría su roja boca pintada y se levantaron, sintiéndose acalorados y fastidiosos. Se vistieron y fueron a tomar el trolebús que los llevaría al centro, a uno de esos cines que funcionaban toda la noche. Allí, Roy Rogers se dedicaba a perseguir a los malos y lo veían a través de un velo de humo rancio y oían los diálogos en medio de los ronquidos en la sala nocturna, a oscuras.
Al amanecer, la señoraNavárrez todavía seguía sollozando y gritando.
Durante el día no era tan terrible. El coro masivo de niños que lloraban en distintos puntos de la casa le confería esa gracia salvadora que era, casi, una armonía. A eso se sumaba el traqueteo de las máquinas lavadoras en la galería del edificio donde las mujeres en batas de felpilla, de pie sobre las tablas mojadas del piso, intercambiaban rápidasfrases mexicanas. Aun así, de tanto en tanto se podía oír el quejido de la señora Navárrez en medio de las agudas voces, las lavadoras, los bebés:
-¡Mi Joe, oh, mi pobre Joe! -gritaba.
Al atardecer llegaron los hombres, con el sudor del trabajo bajo los brazos. Mientras se remojaban en bañeras llenas de agua fresca, en todo el edificio donde se preparaba la cena maldijeron y se taparon los oídoscon las manos.
-¡Todavía sigue con eso! -rabiaron, impotentes.
Uno de los hombres hasta llegó a dar un puntapié a la puerta.
-¡Cállate, mujer!
Y lo único que logró fue que la señora Navárrez chillara más fuerte aun:
-¡Oh, ah! ¡Joe, Joe!
-¡Esta noche cenamos fuera! -les dijeron los hombres a sus esposas.
En todo el edificio se guardaron los utensilios de cocina en los estantes, se cerraronlas puertas con llave; los hombres asían a sus perfumadas esposas de los codos y avanzaban de prisa con ellas por los pasillos.
A medianoche, el señor Villanazul abrió la vieja puerta desvencijada de su casa, cerró los ojos castaños y se quedó así un momento, balanceándose. Su esposa Tina, con los tres hijos y las dos hijas de ambos, uno de ellos en brazos, estaba junto a él.
-¡Ay, Dios! -susurróel señor Villanazul-. ¡Dulce Jesús, baja de la cruz y haz callar a esa mujer!
Entraron a su pequeña morada en penumbras y miraron el cirio azul que parpadeaba bajo un solitario crucifijo. En actitud filosófica, el señor Villanazul meneó la cabeza:
-Sigue en la cruz.
Se tendieron en sus camas como trozos de carne asándose, y la noche estival los salseó con sus propios jugos. La casa ardía conlos gritos de esa enferma.
-¡Estoy asfixiado!
El señor Villanazul bajó corriendo las escaleras del edificio seguido por su esposa y dejaron a los niños, que gozaban de la milagrosa capacidad de dormir aunque el mundo se viniese abajo.
Vagas figuras ocuparon la galería delantera, una docena de hombres silenciosos, acuclillados, con cigarrillos que echaban humo y fulguraban entre sus dedosmorenos. Las mujeres, en batas de felpilla, aprovechaban el escaso viento que soplaba en la noche de verano. Se desplazaban como las figuras de un sueño, como maniquíes movidos rígidamente por medio de cables y rodillos. Tenían los ojos hinchados y las lenguas estropajosas.
-Vamos a su apartamento a estrangularla -dijo uno de los hombres.
-No, eso no estaría bien -dijo una mujer-. Mejor arrojémosla porla ventana.
Aunque fatigados, todos rieron.
El señor Villanazul los miraba a todos parpadeando, confundido. A su lado, su esposa se movía con indolencia.
-Cualquiera diría que Joe es el único hombre del mundo que se ha unido al ejército -dijo alguien, irritado-. ¡Caramba con la señora Navárrez! ¡Seguro que este Joe, este marido suyo, estará pelando papas; será el tipo más seguro en toda la...
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