ciaula descubre la luna

Páginas: 11 (2699 palabras) Publicado: 21 de abril de 2013
“Ciáula descubre la luna”, de Luigi Pirandello. En Cuentos para un año.

Los picapedreros, aquella noche, querían dejar de trabajar sin haber terminado de extraer las muchas cajas de azufre que se necesitarían el día siguiente para cargar el horno. Cazagallinas, el supervisor, se enfureció contra ellos, con el revólver en la mano, delante de la entrada de la mina llamada Caces, para impedirque saliesen de ella.
«Cuerpo de… sangre de… todos atrás, todos ya de nuevo a las minas, a echar sangre hasta el amanecer, o ¡les disparo!»
« ¡Bum!» dijo alguien desde el fondo del hueco. « ¡Bum!» repitieron muchos más; y con risas y blasfemias y gritos de escarnio empujaron para salir, y unos dando un codazo, otros empujando con el hombro, todos pasaron, menos uno. ¿Quién? El Tío Scarda, sesabe, aquel pobre ciego de un ojo, contra quien Cazagallinas podía muy bien hacerse el vivaracho. Jesús, ¡qué susto! Se le tiró encima, ni que fuese un león; lo agarró por el pecho y, casi que tuviese en sus manos también a los demás, le gritó en la cara, sacudiéndolo furiosamente: «Todos atrás, les digo, ¡canallas! Bajen todos a las minas, o ¡hago una matanza!»
Tío Scarda se dejó sacudirpacíficamente. Aquel pobre buen hombre tenía bien5 que desahogarse, y era natural que lo hiciese con él que, tan viejo como era, podía ofrecérselo sin rebelarse. Por otro lado, él también, a su vez, tenía por debajo a alguien con quien podría desquitarse más tarde: Ciáula, su aprendiz.
Los demás… helos ahí que se alejaban por la callejuela que llevaba al pueblo, a Comitini; reían y gritaban: «¡Bien, sí!¡Agárrate fuerte a éste, cazagallos! ¡Este te va a llenar el horno para mañana!»
«¡Juventud!» suspiró con una tétrica sonrisa de indulgencia tío Scarda a Cazagallinas.
Y, todavía agarrado por el pecho, dobló la cabeza de un costado, estiró hacía el otro costado el labio inferior y se quedó así por un tiempo, como a la espera.
¿Era una mueca hacia Cazagallinas? O bien ¿se mofaba de la juventud deaquellos compañeros suyos?
Verdaderamente, entre los semblantes de aquellos lugares, discrepaba aquella alegría suya,
aquel capricho de ímpetu juvenil. En las duros rostros casi apagados por la cruda oscuridad, por las minas subterráneas, en los cuerpos agobiados por la fatiga cotidiana, en las ropas desgarradas, ahuecadas por las solfataras, como si fuesen muchos enormes hormigueros.
Pero, no:tío Scarda, fijo en su extraña actitud, no se mofaba de ellos, ni hacía una mueca a Cazagallinas. Aquella era la mueca habitual, con la que, no sin fatiga, se dejaba bajar despacito hacia la boca la gran lágrima, que de vez en cuando le salía del otro ojo, el bueno.
Le había tomado gusto a aquel saborcito a sal, y no dejaba que se le escapase ni siquiera una.
Poco: una gota de vez en cuando;pero, tirado desde la mañana hasta la noche allá abajo, a más de doscientos metros bajo tierra, teniendo en sus mano la pala, que a cada golpe le arrancaba del pecho algo como un rugido de rabia, tío Scarda tenía siempre la boca ardiendo: y aquella lágrima, para su boca, era lo que para la nariz sería una pizca de tabaco para olfatear. Un gusto y un descanso.
Cuando sentía que el ojo estabacolmado, apoyaba un rato el pico y, mirando la llamita roja y humeante de la linterna clavada en la roca, que hacía brillar en las tinieblas de la cueva infernal algunas astillas de azufre por acá y por allá, o el acero del palo o del pico, doblaba la cabeza a un costado, estiraba el labio inferior y se quedaba esperando que la lágrima bajase, lenta, por el surco excavado por las anteriores.
Losdemás, algunos tenían el vicio de fumar, otros de tomar vino; él tenía el vicio de su lágrima.
Aquella lágrima se debía al saco lagrimal enfermo y no al llanto; pero tío Scarda se había bebido también las del llanto, cuando, cuatro años antes, había fallecido su único hijo, por la explosión de una mina, dejándole a siete huerfanitos y a la nuera para sustentar. Todavía ahora bajaba alguna más...
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