Cicerón: El Sueño De Escipión

Páginas: 14 (3357 palabras) Publicado: 10 de octubre de 2012
CICERÓN: EL SUEÑO DE ESCIPIÓN
Marco Tulio Cicerón, Sobre la República, Biblioteca Clásica Gredos, Ed. Planeta-deAgostini, Barcelona, pp. 158-171. Traducción: Alvaro D´Ors.
Cuando llegué a Africa, en donde, como es sabido, era tribuno de la Cuarta Legión, bajo las órdenes del cónsul Manius Manilus, nada deseaba tanto como encontrarme con Masinissa, monarca que por causas justas había sido muyamigo de nuestra familia. Cuando me presenté ante él, el anciano, tras haberme abrazado, lloró, y tras hacer una pausa miró al cielo y dijo: «Gracias te sean dadas a ti, oh Sol supremo, y a tus compañeros celestes, por haberme permitido, antes de partir de esta vida, contemplar en mi propio reino y bajo estos cielos a P. Cornelius Scipio, cuyo sólo nombre me reconforta: ¡Pues nunca se ha ido de mialma el recuerdo de los mejores y más invencibles de los hombres!». Le pregunté entonces con respecto a los asuntos de su reino, y él a mí con respecto a nuestra república-, y así pasamos el día conferenciando por extenso. Tras regios entretenimientos, volvimos a conversar hasta bien entrada la noche, en la que el anciano sólo habló del viejo Scipio (Africanus Major): recordaba todo sobre él, nosólo sus hazañas sino también sus dichos. Cuando nos separamos para retirarnos a descansar, por el viaje y nuestra conversación nocturna yo estaba más cansado de lo habitual quedándome profundamente dormido.

Tras lo cual (pues creo que ello surgió del tema de nuestra conversación, dado que a menudo sucede que nuestros pensamientos y conversaciones producen algún resultado en el sueño, como lo queEnnius relata que le sucedió a Homero, quien acostumbraba a hablar sobre ello y meditar en sus horas de vigilia) Africanus se me aparecio en una forma que reconoci más por su busto que por mi conocimiento del hombre mismo. Cuando le reconocí me eché a temblar; él, sin embargo, me dijo: «Ten valor y rechaza el miedo, oh Scipio; guarda en la memoria lo que voy a decirte». «¿Ves tú esa ciudad que,obligada por mí a someterse al pueblo romano, renueva sin embargo, incapaz de permanecer en paz, sus antiguas guerras? (Aquí me mostró Cartago desde un punto claro y brillante, lleno de estrellas, de las alturas celestes.) ¿Y el asalto al que tú vas, siendo un simple muchacho? En dos años a partir de ahora, tú derribarás como cónsul esa ciudad, y ese nombre hereditario, que hasta ahora tú tuviste denosotros, te pertenecerá a ti por tus propios esfuerzos. Además, cuando Cartago haya sido arrasada por ti, llevarás a cabo tu Triunfo y serás nombrado censor; entonces como legado irás a Egipto, Siria, Asia y Grecia, siendo hecho cónsul una segunda vez durante tu ausencia, y llevando a cabo la mayor de las guerras, destruirás Numancia. Pero cuando seas llevado sobre el carro triunfal alCapitolio, encontrarás la república en confusión por la política de mi nieto. Aquí, oh Africano, será necesario que muestres a la tierra patria la luz de tu espíritu, tu genio y tu sabiduría; en este período de tu vida veo oscuramente el curso de tu destino, aunque cuando tu edad haya completado ocho veces siete circuitos y vueltas del sol, eso te llevará a la época fatal de tu vida por el circuito naturalde estos dos números (cada uno de los cuales es perfecto, el uno por razón distinta al otro); ante ti sólo y ante tu nombre todo el estado girará; a ti, corno senador, todas las buenas gentes, los aliados de los latinos y los propios latinos, acudirán; en ti descansará la salvación de todo el estado, y a menos que caiga sobre ti la mala fortuna, a ti, como dictador, te corresponde establecerfirmemente la república si escapas de las manos impías de tus parientes»; ante esta parte del recital Laelius lloró y los otros se lamentaron amargamente, pero Scipio, sonriendo, dijo: «Te ruego no me despiertes de mi sueño; permanece un poco en paz y escucha el resto».
«Pero, oh Africano, para que puedas ser el más entregado al bienestar de la república, escucha bien: para todos los que han...
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