Cielo o infierno

Nos encontrábamos frente a frente, en sus claros ojos pude ver el reflejo de los míos que lucían enamorados, y ella entre sonrisas y sonrojos me evitaba la mirada. Su sonrisa era encantadora, y ni hablar de su cabello, agitado por un soplo de viento que me susurraba al odio que la besara. La vida se confabulo a nuestro favor, se hallaron nuestras manos, dedo por dedo se entrelazaron y nuestrasmiradas se encontraron al unísono mirando nuestras manos encontradas, eventualmente sin apartarnos la mirada fuimos dirigiendo cada una a los ojos del otro, y en ese momento nuevamente pude ver mis ojos enamorados reflejándose en los suyos, que ahora también brillaban mirando los míos. Sentí un hormigueo indescriptible en todo el cuerpo, pero eso no fue nada, comparándolo con lo que sentí cuando deun momento a otro, sin despegarme la mirada, me beso, un beso que supe que se volvería imprescindible en mi vivir diario. Nos fuimos separando delicadamente, y volvimos a encontrar nuestras miradas, acompañadas de unas sonrisas que ocupaban todo nuestro rostro. -Te quiero-, me dijo, y mi corazón se paralizo, un abrazo proveniente de ella regreso el latir de este, y me hizo sentir seguro,tranquilo, protegido, enamorado. -Yo también-, le respondí con voz temblorosa e insegura, y en ese instante me encontré con la satisfacción de encontrar mi primer amor. Aunque no, eso no era debido, me hallaba haciendo el curso para ser seminarista, y esa maravillosa mujer me estaba desviando del camino. -Esto no es correcto-, le dije, ella con una lágrima bajando por su bello rostro inclinó su cabeza ysuavemente acaricio mi mano mientras se marchaba. Esa mujer era encantadora, su cabello era hermoso, aunque no tanto como sus rojizos pómulos, y estos a la vez no se comparaban con la hermosura de su sonrisa, sin embargo, decir que su mirada no era lo que más me encantaba de ella era una gran falacia, pero nada tan hermoso, como todos sus atributos confabulados en un momento eterno para enamorarme.Cada paso que daba iba dejando ese aroma de su perfume que me cautivaba, hasta que este se perdió junto con ella, cuando esta dio vuelta en la esquina. Ella creía que yo no la quería, o eso supongo yo, ¡pero por Dios! Si yo la adoraba con cada latir de mi corazón, con cada sonrisa que le brindaba, con cada mirada que le clavaba, con cada caricia que le otorgaba, con cada momento de mi vida,que en estos momentos tomaba sentido, gracias a ella. Cuando llegue a mi casa, me dispuse a hacerle una cartica, de esas cursis que hacían nuestros padres y así enamoraron a nuestras madres, esas que le echaban loción e iban en un sobre retacado de decoración. Como ya había dicho antes, estaba haciendo el curso de seminarista, así que como era de suponerse saber de amor y esas cosas, no era lomío, y hacerle esa carta tan anticuada, fue lo que mejor me pareció. Ya terminada, la embadurne de mi colonia que más le gustaba, y la metí en un sobre con caritas y corazones, ya luego la selle. Esa noche, no dormí absolutamente nada, su imagen invadía mi mente y divagaba por todos mis pensamientos confundiéndome más, aunque a lo último, me di cuenta que no la dejaría ir, era el amor de mi vida.Al otro día cuando volví del colegio, tome rumbo a su casa a entregarle la cartica. Cuando abrió la puerta, sus ojos se iluminaron y una sonrisa de oreja a oreja le apareció mágicamente.-Pasa-, me dijo ya habiéndome jalado de la mano hacia adentro. Le di la carta, un ramo de rosas que le había comprado, un gran abrazo, un beso en la mejilla y muchas caricias en su deslumbrante rostro y sus manos.Las rosas inmediatamente las coloco en un jarrón con agua, el beso me lo devolvió junto con el abrazo, las caricias se convirtieron en risas y la carta se dispuso a leerla. Sin haberla terminado de leer se abalanzó contra mí tirándome sobre su cama, y dándome un gran beso en la boca, por segunda vez, me hizo sentir lo mismo que la primera, se me erizo toda la piel del cuerpo, y me di cuenta,...