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“Lucharaaaaaaaaán a dos de tres caídas sin límite de tiempoooo”, anuncia el voceador mientras se oye el murmullo de los asistentes acompañado del sonido que producen los refrescos y cervezasal ser destapados al mismo tiempo. Todo un ritual está a nada de comenzar. Entre máscaras de luchadores y vendedores ambulantes, la gente se abre paso para entrar a la Arena Coliseo que desde los añoscuarenta hace vibrar al público con el deporte favorito nacional: La lucha libre.
La calle de Perú, en el Centro histórico, alberga este recinto, inaugurado hace 70 años, con una peleaestelarizada por el entonces novato Santo miembro del bando rudo contra Carlos El Tarzán López, un “máscara contra cabellera” que domingo a domingo se reinterpreta para recordar aquellos tiempos por sólo 40pesos.
Ya pasan de las cinco y aún hay gente formada en las taquillas para conseguir una entrada. Mientras los niños pagan un peso a otros les dicen, “ya no hay lugar en gradas, joven”. La músicaempieza, las luces de colores y el humo, que huele a todo menos a humo, dan cabida al primer encuentro de la tarde.
Tres mujeres altas se dirigen hacia el ring vestidas (no tanto) de color rosachillante y botas de charol arriba de la rodilla, con el pelo lacio y largo. Mientras ellas caminan arrebatan chiflidos, miradas y flashazos, “¡Mamacita!” “¡Estás bien buena!” “En esa cola sí me formo…”. Elpúblico masculino las aclama como simios exaltados, hasta que Príncipe y Bengala aparecen seguidos de Disturbio y Semental, poco a poco los chiflidos se tornan en mentadas de madre. Comienza una de lascinco peleas de hoy.
De las gradas salen gritos de “¡Vamos, dale!” “¡Montoneros!””¡No seas pendejo!” “¡Quítale la máscara!”. Todo el rugido del público se iguala entre voces de mujeres, niños yhombres, todos aguerridos, todos encabronados porque “al Semental le están partiendo su madre”.
La gente se levanta de sus butacas, maldice una y otra vez, en cada ocasión con más intensidad. La...