ciencix

MI VIDA ES IGUAL A LA DE TODOS LOS DEMÁS
Mi vida es igual a la de todos los demás, con alegrías y risas, penas y llantos. Por las mañanas, como todo el mundo, chapo mi bolsa plástica- si amiguitos- esa bolsita negra, toda arrugadita y salgo a comprar el pan con la natural ilusión que conlleva el esplendoroso día que comienza.
No he terminado de salir de mi casa, cuando mi vecina –muy sexy depor sí- me intercepta con la mejor de sus sonrisas, me dice muy tiernamente:
Muy buenos días chinito…
“Derecho a decidir hacerme cargo o no de los problemas de los demás “
Y se acerca hacia mí, con ropita diminuta, con algo de frio, con mucha discreción y delicadeza y coloca en mi mano-un papelito-, pidiéndome que –si no es mucha molestia– le compre unos pancitos en la panadería y yo comotodo un caballero accedo a su petición y como casi todos los días, le digo que claro, ¡que lo haré con muchísimo gusto!,! que no hay ningún problema!, ¡que yo mismo soy!,! que no se preocupe!, ¡que yo le hago los mandados! !Que estoy para servirla!
“Derecho a ser tratado con respeto y dignidad”
Luego de este suceso, un amigo que me ve pasar ,exclama ofensivamente “¡Habla, homosexual!”, avanzaunos metros y, al constatar que yo no le tomo importancia (y no hablo), se anima a seguirme , para preguntar: “¿Y...que haciendo cuñao?
Y pensé:
” Estas loco, no ve este ¡pobre imbécil! lo que estoy haciendo –Estoy caminando pues malcriado…
¿Cuñao?... Ni en mis más terribles pesadillas desearía que mi hermanita (si la tuviese) se case con un tipo que se come la letra “d” al decir cuñado, asíque déjate de molestar ¿quieres?
Pero al final le dije:
Sonriendo, con toda la cortesía que soy capaz, que –he de reconocer– tampoco es tanta.
Estoy dirigiéndome a comprar panes, para mi desayuno, amigote.


El derecho a tener y expresar los propios sentimientos y opiniones
Es oportuno aclarar en este punto que apenas he avanzado un par de metros y me dispongo a cruzar la pista. Me esperatodavía un largo caminar, tres cuadras de ida y tres cuadras de vuelta en las que, como es fácil adivinar, puede ocurrirme absolutamente cualquier cosa.
-“¡Estás bien flaco, chinito! Hay que echarle más papa al caldo, ¿ah?”
-me aconseja, muy lindo, desde su raudo tico un robusto taxista amigo mío de, por lo menos, 150 kilos. con toda la paciencia de que soy capaz, (que, en realidad, es poca),guardo estricto silencio, casi agradeciéndole –en el fondo– que me haya dicho “flaco” y no “homosexual ”.
El derecho a gozar y disfrutar
Cruzo la pista para toparme con el esperanzador piropo de una tía canosa, amiga de mi madre, que me dice: “¡Hola, hijito! Cada día te veo más lindo chinito”. (Je, je. Gracias, tía).
El derecho a cambiar
¡Mierda…! Una adorable manchita de jóvenes vagos-antiguosamistades de adolescencia- relojea en la esquina luciendo sus inconfundibles pantalones anchísimos que parecen cortinas!maldita sea! Lo que está a punto de ocurrir es tan previsible que puedo recitarlo de memoria como si fueran los diálogos de una película que he visto quinientas veces, como si fueran los viejos libretos de la misa. No puede ser . Que comience el griterío, entonces. A la una, alas dos y a las tres. Aquí vamos. Con las ocurrencias callejeras de estos vaguitos sin oficio ni beneficio:
1) ¡sauuuuuuuuuuuuuuuu…! Esa es la menos inspirada o ¡corre…que allí viene el negro tristeza!, esa es la más aburrida de todas.
2) La apasionada: ¡JHONATAN, te amo!, la cachosa ¡va a comprar, pan baguette, porque le gusta la punta! o la muy invitacional ¡chinito, hazme un hijo!
Y,finalmente:
3) La estúpida pero siempre afectuosa ¡te amo..maricon!
Lo único que hay que hacer en estos casos tan bochornosos: me acerco muy serio hacia a ellos, de frente, o sea, como hombre y procedo a saludar a estos pendejos uno por uno, con un fuerte apretón de manos, como si, en lugar de haberse querido pasar de vivos, me hubieran dedicado una ovación conmovedora. Las posibilidades son dos:...