CIGARRA

EL CAPITAN ALATRISTE

Capítulo 2
LOS ENMASCARADOS
La calle estaba oscura y no se veía un alma. Embozado (cubrir el rostro por la parte inferiorhasta la nariz o hasta los ojos con una prenda de vestir) en una capa vieja prestada por Don Francisco de Quevedo, Diego alatriste se detuvo junto a la tapiay echó un cauteloso vistazo. Un farol, había dicho Saldaña. Un pequeño faro encendido alumbraba la oquedad de un portillo y al otro lado se adivinaba,entre las ramas de los árboles y el tejano sombrío de una casa.
Justo era la hora menguante (mengua y escasez que padecen los ríos o arroyos por el calor osequedad) cerca de la media noche cuando los vecinos gritaban agua va y arrojaban inmundicias (suciedad o basura) por las ventanas.
El arte de losimple ahor4a el capitán miraba l hombre de la máscara, solo había algo que lo preocupaba – dijo el capitán alatriste- el hombre que acaba de marcharse parecegente de calidad y dijo que no metemos a nadie…
Los matones a sueldo y los salteadores acechaban a sus víctimas en la oscuridad de las callesdesprovistas de alumbrado. Pero allí no había vecinos ni parecía haberlos habido nunca; todo estaba en silencio. En cuanto a eventuales ladrones y asesinos, Diegoalatriste iba precavido.
Su titulo de grande de España lo había librado por los pelos de sufrir idéntica suerte y el rey se a contento con firmar undecreto para incautarse de sus posesiones y desterrarlo a Italia.
Ni siquiera el en mascarado de la cabeza redonda se atrevía a abrir la boca.