cinco horas con mario miguel delibes

Páginas: 313 (78094 palabras) Publicado: 3 de abril de 2013
Miguel Delibes

Cinco horas con Mario

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Miguel Delibes

Cinco horas con Mario

Después

de cerrar la puerta, tras la última visita, Carmen recuesta
levemente la nuca en la pared hasta notar el contacto frío de su superficie y
parpadea varias veces como deslumbrada. Siente la mano derecha dolorida y los
labios tumefactos de tanto besar.Y como no encuentra mejor cosa que decir,
repite lo mismo que lleva diciendo desde la mañana: "Aún me parece mentira,
Valen, fíjate; me es imposible hacerme a la idea". Valen la toma delicadamente
de la mano y la arrastra, precediéndola, sin que la otra oponga resistencia,
pasillo adelante, hasta su habitación:
—Debes dormir un poco, Menchu. Me encanta verte tan entera y así, pero no
teengañes, bobina, esto es completamente artificial. Pasa siempre. Los nervios
no te dejan parar. Verás mañana.
Carmen se sienta en el borde de la gran cama y se descalza dócilmente,
empujando el zapato del pie derecho con la punta del pie izquierdo y a la inversa.
Valentina la ayuda a tenderse y, luego, dobla un triángulo de colcha de manera
que la cubra medio cuerpo, de la cintura a los pies.Dice Carmen antes de cerrar
los ojos, súbitamente recelosa:
—Dormir, no, Valen, no quiero dormir; tengo que estar con él. Es la última
noche. Tú lo sabes.
Valentina se muestra complaciente. Tanto su voz —el contenido y el volumen
de su voz— como sus movimientos, recatan una eficacia inefable:
—No duermas si no quieres, pero relájate. Debes relajarte. Debes intentarlo
por lo menos —mira elreloj—. Vicente no puede tardar.
Carmen se estira bajo la blanca colcha, cierra los ojos y, por si fuera
insuficiente, se los protege con el antebrazo derecho desnudo, muy blanco, en
contraste con la negra manga del jersey que la cubre hasta el codo. Dice:
—Me parece que hace un siglo desde que te llamé esta mañana. ¡Dios mío,
qué de cosas han pasado! Y todavía me parece mentira, fíjate; me esimposible
hacerme a la idea.
Aun con los ojos cerrados y preservados por el antebrazo, Carmen sigue
viendo desfilar rostros inexpresivos como palos cuando no deliberadamente
contristados: "Lo dicho"; "Mucha resignación"; "Cuídate, Carmen, los pequeños
te necesitan"; "¿A qué hora es mañana la conducción?" Y ella: "Gracias, Fulano",
o "Gracias, Mengana" y ante las visitas eminentes: "¡Cuánto lehubiera alegrado
al pobre Mario verle por aquí!" La gente nunca era la misma pero la densidad no
decrecía. Era como el caudal de un río. Al principio, todo resultó burdamente
convencional. Caras largas y silencios insidiosos. Fue Armando quien quebró la
tirantez con su chiste: el de las monjitas. Él había creído que ella no le oía, pero
Carmen le oyó, e independientemente de ella, Moyano,desde su palidez lechosa,
con el rostro enmarcado por una negra y sedosa barba rabínica, le censuró con
una acre mirada muda. Pero ya nada volvió a ser tan tenso como antes. Las
barbas de Moyano y su palidez de muerto hacían bien en el velatorio. En cambio
el mechón albino de Valen, detonaba. "Cuando me lo dijeron no podía creerlo. Si
le vi ayer". Carmen se inclinaba y la besaba en las dosmejillas. En realidad, no
se besaban, cruzaban estudiadamente las cabezas, primero del lado izquierdo,
luego del derecho, y besaban al aire, tal vez a algún cabello desmandado, de
forma que una y otra sintieran los chasquidos de los besos pero no su efusión.

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"Pero si yo misma. Anoche cenó como si tal cosa y leyó hasta las tantas. Y esta
mañana,ya ves. ¿Cómo me iba a imaginar una cosa así?" Las barbas de Moyano
cuadraban perfectamente con el ambiente. Y su tez cerúlea, demacrada, de
hombre estudioso. Era lo único que Carmen podía agradecerle. "¿Te importa que
pase a verlo?" "Al contrario, mujer". "Lo dicho, Carmen". Y las dos mujeres
cruzaban las cabezas, primero del lado izquierdo, luego, del lado derecho, y
besaban, al aire, al...
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