Cinco Horas Con Mario

Páginas: 315 (78581 palabras) Publicado: 15 de octubre de 2012
Miguel Delibes





Cinco horas con Mario



















Ediciones Destino Colección Destinolibro Volumen 144



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© Miguel Delibes
© Ediciones Destino, S.A.
Consell de Cent, 425. 08009 Barcelona



Primera edición: diciembre 1966
Primera edición en Destinolibro: mayo 1981
Segunda edición en Destinolibro: junio 1982
Tercera edición en Destinolibro: diciembre 1983
Cuarta edición en Destinolibro: septiembre 1985
Quinta edición enDestinolibro: octubre 1986
Sexta edición en Destinolibro: marzo 1987
Séptima edición en Destinolibro: marzo 1988
Octava edición en Destinolibro: noviembre 1988
Novena edición en Destinolibro: mayo 1989
Décima edición en Destinolibro: noviembre 1989
Undécima edición en Destinolibro: marzo 1991
Duodécima edición en Destinolibro: octubre 1991
Decimotercera edición en Destinolibro: septiembre1992
Decimocuarta edición en Destinolibro: abril 1993
Decimoquinta edición en Destinolibro: julio 1993






ISBN: 84-233-1130-9
Depósito legal: B. 26.144-1993








Impreso por Printer Industria Gráfica, S.A.
C.N. II. 08620 Sant Vicenc deis Horts (Barcelona)
Impreso en España - Printed in Spain



















Después de cerrar la puerta, tras la últimavisita, Carmen recuesta levemente la nuca en la pared hasta notar el contacto frío de su superficie y parpadea varias veces como deslumbrada. Sien­te la mano derecha dolorida y los labios tume­factos de tanto besar. Y como no encuentra me­jor cosa que decir, repite lo mismo que lleva diciendo desde la mañana: "Aún me parece mentira, Valen, fíjate; me es imposible hacerme a la idea". Valen la tomadelicadamente de la mano y la arrastra, precediéndola, sin que la otra oponga resistencia, pasillo adelante, hasta su habitación:
—Debes dormir un poco, Menchu. Me encan­ta verte tan entera y así, pero no te engañes, bobina, esto es completamente artificial. Pasa siempre. Los nervios no te dejan parar. Verás mañana.
Carmen se sienta en el borde de la gran cama y se descalza dócilmente, empujandoel zapato del pie derecho con la punta del pie izquierdo y a la inversa. Valentina la ayuda a tenderse y, luego, dobla un triángulo de colcha de manera que la cubra medio cuerpo, de la cintura a los pies. Dice Carmen antes de cerrar los ojos, súbi­tamente recelosa:
—Dormir, no, Valen, no quiero dormir; ten­go que estar con él. Es la última noche. Tú lo sabes.
Valentina se muestra complaciente.Tanto su voz —el contenido y el volumen de su voz— como sus movimientos, recatan una eficacia ine­fable:
—No duermas si no quieres, pero relájate. Debes relajarte. Debes intentarlo por lo menos —mira el reloj—. Vicente no puede tardar.
Carmen se estira bajo la blanca colcha, cierra los ojos y, por si fuera insuficiente, se los protege con el antebrazo derecho desnudo, muy blanco, en contrastecon la negra manga del jersey que la cubre hasta el codo. Dice:
—Me parece que hace un siglo desde que te llamé esta mañana. ¡Dios mío, qué de cosas han pasado! Y todavía me parece mentira, fíjate; me es imposible hacerme a la idea.
Aun con los ojos cerrados y preservados por el antebrazo, Carmen sigue viendo desfilar ros­tros inexpresivos como palos cuando no delibe­radamente contristados: "Lodicho"; "Mucha re­signación"; "Cuídate, Carmen, los pequeños te necesitan"; "¿A qué hora es mañana la conduc­ción?" Y ella: "Gracias, Fulano", o "Gracias, Mengana" y ante las visitas eminentes: "¡Cuánto le hubiera alegrado al pobre Mario verle por aquí!" La gente nunca era la misma pero la densidad no decrecía. Era como el caudal de un río. Al prin­cipio, todo resultó burdamente convencional....
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