Cine Variedades
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La magia de los cines antiguos
Por Claudia Constantino
Ningún olor se parece al de un cine cerrado. No huele como huelen los antros, los teatros, los museos, las bibliotecas, los recintos, los palacios o las tiendas. Pero además, de todos los cines cerrados en que he estado, les aseguro que ningún otro olía como el gran Cine Variedades de Veracruz. Era una mezclainolvidable de dulces, palomitas, refresco de naranja hecho con soda, alfombras, telón, pantalla cinemascope, un poco de alquitrán (aun era posible fumar dentro) pastel y película, si película de esa de rollo, de celuloide.
Y es que en el Cine Variedades de Veracruz, que se alzaba orgulloso con su gran marquesina de dos vistas en la esquina de la avenida Madero y la calle de Arista era como unapuerta de entrada a un país distinto (el de los sueños, donde todo puede suceder) a una ciudad distinta (se parecía al que mostraban muchas películas pero que estaban en Nueva York por ejemplo) tenía su taquilla cuadrada en el centro del vestíbulo exterior donde el mismo boletero cobró y entregó los pequeños tickets cuadraditos siempre, hasta el último día en que el cine existió.
Ticket enmano uno se encontraba con las grandes vidrieras del piso al techo donde en el panel central se abría la entrada flanqueada por un amable señor que recogía el ticket y lo depositaba en una urna de acrílico transparente deseando “que disfrute su película”. Y a ratos, a su lado se encontraba el señor Orea, supervisor de varios de los cines del puerto por esa época.
Y entonces decidir a la dulceríacentral, donde expedían dulces como los sugus de muchos colores en bolsita (mis preferidos eran los amarillos que sabían a piña) o toda la variedad de productos Escalona como pasitas con chocolate, enjambre de nuez, malvaviscos pequeñitos de todos colores (y que odiaba por aguados) o el autoservicio, barra muy moderna en la que uno tomaba por sí mismo una rebanada de pastel, unas tostadas depollo, un pedazo de gelatina, un vasito de arroz con leche o de natilla y al final de la línea una señorita muy atenta tecleaba en su registradora tu elección y cobraba tu cuenta.
Las palomitas siempre fueron un misterio para mí. Eran amarillitas y las vertían en una vitrina que con una luz especial las mantenían calientes, pero provenían de unas bolsas gigantescas de plástico muy delgado y quenunca supe de donde las traían y mucho menos en que máquina se hacían. No había máquina de hacer palomitas y siempre las comí calientitas y frescas en unas bolsas de papel que en nada se parecen a las presentaciones grande, jumbo y mega de hoy día. La moderación era buen gusto y nadie luchaba por ser obeso irremediablemente.
En las paredes que circundaban el mezanine tenía escaparates que exhibíanlos carteles de los próximos estrenos sin photoshop y si con unos recursos artísticos de tipografía y fotografía extraordinarios. Las actrices eran bellezas naturales (Sophia Loren, Elizabeth Teylor, Vivien Leigh) y los galanes superaban su lejanía de la perfección física con arrolladora personalidad (Clark Gable, Robert Redford, Clint Estwood) las locaciones de las películas en escenariosnaturales y el glamour en su máximo esplendor.
Tres puertas abatibles daban acceso a la sala de cine. Desde mis tres años en que comencé a ir se me antojaba infinito. Filas y filas de butacas en varios niveles dispuestos a la usanza del teatro. Por supuesto una gigantesca pantalla bien resguardada por un telón rojo muy hermoso.
Hasta arriba en un cuarto cuadrado, el proyector que hacia unmontón de ruido, pero se ahogaba con el alto volumen y la tecnología del sistema de sonido del cine entero. No me parecía divertida la sala de proyección como al niño de Cinema Paradiso, me parecía el más aburrido de hecho; yo solo iba porque los dos que trabajaban ahí siempre sabían cuantos días pasarían la misma película y cuando la cambiarían por el siguiente estreno.
Todo eso, excepto por el...
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