Cinema Imperio

Cinema Imperio




Escribo estas líneas de memoria.
Hubo un cine frente a mi casa alguna vez. Circunstancia nada extraña era el hecho de que hubiera un cine frente a la casa, sino el hecho de que hubiera una casa frente a aquel cine por la calle Constitución.
Viejo edificio de madera era ya cuando tuve conciencia de él. Alto, monstruosamente imponente, de entrañas oscuras y tenebrosas, deduras butacas de madera en la sala y aserrados tablones en el balcón.
Era un Imperio. Así fue su nombre: Cine Imperio.
Retomando el hecho de que hubiera una casa frente al cine, debo aclarar que esa casa, era una de las pocas que existían en aquella cuadra, casi exclusivamente comercial. Colindaba la casa con el consultorio del Dr. Enrique Elizondo, a quien le debo no pocas inyecciones y algunaspócimas propias de la época. Por el otro lado, una angosta y profunda librería, atendida por un señor bastante mayor de apellido Ibarra a quien llamaba Don Tata. Frente a la casa, el edificio Elizondo, que alguna vez había sido Hotel, y por aquellos tiempos, su primera planta era Hospital. Ahí nacieron todos mis hermanos.
Las otras plantas del edificio, dos mas, estaban ocupadas por ampliosdepartamentos y su azotea, era el patio perfecto para jugar con una de las mejores vistas del Cerro de Mercado y de la ciudad de Durango.
Alguna vez la primera planta del edificio Elizondo fue la Agencia John Deere y después se convirtió en la Oficina de Correos.
Junto al consultorio del Dr. Elizondo, hacia el norte, seguía el estanquillo Dodge, refugio constante para mi prematura avidez de lectura,ya que al amparo de una Coca-Cola y de la amistad de Cary o de Lucy, tenia la primicia de las aventuras de Memin Pinguin, Fantomas, Superman y otros héroes que aun permanecían inmóviles en las historietas esperando su tiempo de cobrar vida cinematográfica.
Mientras tanto, los héroes del Cine Imperio eran Gleen Ford, John Wayne, Tony Curtis, Dolores del Río, Marilyn Monroe y otros más quediariamente me veían desfilar frente a ellos desde los aparadores del Cine.
Caminando hacia el norte y después del Dodge, hubo una relojería de verdad. Y digo de verdad, porque los circuitos impresos de los relojes modernos se robaron la fantasía de ver un reloj de cuerda desarmado convertido en cientos de microscópicos tornillos y resortes siendo sometido a una limpieza en un aparato que mas me parecíauna licuadora que a cualquier otro instrumento.
De la relojería seguían creo, dos fondas a las que en verdad nunca entre, pero que estaban en el camino de la acera para caminar junto a las altas y siempre cerradas ventanas de la casa de los Sarabia, que dominaba la parte norte de mi cuadra.
Y de ahí, de esa esquina donde conocí el primer hidrante para bomberos que hubo en Durango, solo cincometros me separaban de la Plazuela Hidalgo frente al templo de Santa Ana. A esta plaza volveremos mas tarde.
Hacia el sur, después de la tienda del Sr. Ibarra, estaba el Nido. Mezcla de cafetería, lonchería, lugar de reunión y de encuentro. Y sede de los más sabrosos rompopes que probé en Durango. El Nido y su fama se fueron caminando por la calle Constitución hasta que alguna vez se me perdieronde vista.
En la esquina sur, haciendo esquina con Coronado, vi levantarse ladrillo a ladrillo la farmacia Benavides haciendo contrapeso al edificio de enfrente, el Colegio MacDonald.
Y en aquella cuadra, un domingo valía un peso. Con un peso en la mano, se abrían las puertas del Cine Imperio los domingos por la mañana con dos películas de matinée y además el remanente todavía alcanzaba paradisfrutar una Coca-Cola, de aquellas pequeñitas y un cucurucho de semillas de calabaza hábilmente despachado por una doña sentada en la entrada del cine. Eran esos tiempos en que las autóctonas semillas aun no eran desplazadas por las palomitas de maíz. La única consecuencia lógica de ese aperitivo, era la cantidad enorme de basura proveniente de la cáscara de las semillas que función a función se...