Cinetica Molecular De Los Gases
Alfonso Franco
Comenzó arrancándose con los dientes un pellejo de su pulgar derecho, y después de un tiempo, ya tenía el cuerpo de un niño en el congelador.
Le gustabadesangrarlos antes de comer el cuerpo; los colgaba de los tobillos, aún vivos, como a las reses en un gancho de carnicería; con los antebrazos abiertos en canal, hasta que la bomba cardiaca se detenía. Noimportaba la edad o el sexo.
Salir de caza no era algo cotidiano, un adulto podía durar en el refrigerador hasta un mes antes de ponerse demasiado tieso e insípido; luego salía a la calle y elegía aotra víctima, la estudiaba. El único requisito era estar sano y rechoncho. Cuando el ataque era seguro, no había forma de escapar, la cacería era fulminante.
Había conseguido una pistola de aire, delas que usan en los rastros para sacrificar marranos; en la televisión dijeron que el estrés liberaba toxinas en los músculos al momento de la muerte, y eso afectaba el sabor.
Seguía al elegido, trasencontrar el lugar y momento indicados, ella saltaba desde la oscuridad, y dejaba escupir, a la pistola de aire, un perdigón de acero que se incrustaba en el cráneo, entre ceja, ceja y media madre,causando una muerte segura. En un principio, necesitó de dos o tres disparos, pero la practica la amaestró.
Una noche abrió la nevera y sólo halló una carcasa descarnada; lo único de peso dentro deella era el hígado, un pedazo de víscera apelmazado.
—Todo menos hígado —, dijo, como reclamándole al refrigerador.
Salió a la calle, y entró en el torrente de las arterias de la ciudad. Esta vez nohabría tiempo para prolongar el acecho, así que sólo buscó guiada por el instinto.
Entró a un bar dispuesta a enganchar a cualquier viejo rabo ver-de; no pasó mucho tiempo para que un hombre seacercara a ella. Era un cincuentón no muy atractivo, pero estaría bien.
Lo sedujo y lo llevó hasta la cama de su improvisada carnicería. En un momento de descuido, le ensartó un pedazo de metal en la...
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