CIUDAD DE DIOS I
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LA CIUDAD DE DIOS, DE AGUSTÍN DE HIPONA
LIBRO I
PRÓLOGO
MOTIVO Y ARGUMENTO DE LA PRESENTE OBRA
La gloriosísima ciudad de Dios, que en el presente correr de los
tiempos se encuentra peregrina entre los impíos viviendo de la fe1, y espera
ya ahora con paciencia2 la patria definitiva y eterna hasta que haya un
juicio con auténtica justicia3, conseguirá entoncescon creces la victoria
final y una paz completa. Pues bien, mi querido hijo Marcelino4, en la presente obra, emprendida a instancias tuyas, y que te debo por promesa personal mía, me he propuesto defender esta ciudad en contra de aquellos que
anteponen los propios dioses a su fundador. ¡Larga y pesada tarea ésta!
Pero Dios es nuestra ayuda5.
Soy consciente de la fuerza que necesito para convencer alos soberbios del gran poder de la humildad. Ella es la que logra que su propia
excelencia, conseguida no por la hinchazón del orgullo humano, sino por
ser don gratuito de la divina gracia, trascienda todas las eminencias pasajeras y vacilantes de la tierra. El Rey y fundador de esta ciudad, de la que me
he propuesto hablar, declaró en las Escrituras de su pueblo el sentido de
aquel divino oráculoque dice: Dios resiste a los soberbios y da su gracia a
los humildes6. Pero esto mismo, que es privilegio exclusivo de Dios, pretende apropiárselo para sí el espíritu hinchado de soberbia, y le gusta que le
digan para alabarle: “Perdonarás al vencido y abatirás al soberbio”7.
1
Habacuc 2,4; Romanos 1,17; Gálatas 3,11; Hebreos 10,37-38.
Romanos 8,25.
3 Salmos 94,15.
4
La extensa correspondenciaentre Agustín y su amigo Marcelino incluye muchos temas que anticipan aquéllos tratados en La Ciudad de Dios, ya que Marcelino le
transmite la reacción de algunos paganos miembros de su círculo a la invasión de Roma
por los visigodos liderados por Alarico en el año 410. En la carta 138, Agustín le anuncia
la posibilidad de escribir un libro en respuesta a los reclamos de los paganos. Véase Obras
deSan Agustín VIII, Cartas (1.º) (1967), p. 976. Para mayor información sobre Marcelino, véase la excelente nota complementaria [1] en Obras de San Agustín XVI, La Ciudad
de Dios (1º) (1988), p. 816.
5 Salmos 62,9; Salmos 118,6.
6
Santiago 4,6; 1 Pedro 5,5; Proverbios 3,34.
7 Virgilio, Eneida, 6,853 (2000, p. 191). Virgilio (70-19 a.C.), autor de las
Églogas (o Bucólicas), las Geórgicas y laEneida. Esta última obra es un poema épico que
trata de la mítica fundación de Roma por Eneas y los troyanos sobrevivientes de la guerra
de Troya. Es el texto poético más citado en La Ciudad de Dios, y, como en este pasaje,
normalmente es utilizado para establecer que, incluso las obras más refinadas y admirables
de autores paganos, son inferiores en su perspectiva moral que los principios cristianoscontenidos principalmente en la Biblia. Véase O’Daly (1999), pp. 246-248.
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ESTUDIOS PÚBLICOS
Tampoco hemos de pasar por alto la ciudad terrena; en su afán de
ser dueña del mundo, y, aun cuando los pueblos se le rinden, ella misma se
ve esclava de su propia ambición de dominio. De ello hablaré según lo pide
el plan de la presente obra y mis posibilidades lo permitan.
CAPÍTULO I
LOSENEMIGOS DEL NOMBRE DE CRISTO OBTIENEN EL PERDÓN DE LOS BÁRBAROS,
POR REVERENCIA A CRISTO, DURANTE LA DEVASTACIÓN DE ROMA
De esta ciudad terrena surgen los enemigos contra quienes hay que
defender la ciudad de Dios. Muchos de ellos, apartándose de sus errores
impíos, se convierten en moradores bastante laudables de esta ciudad.
Otros muchos, en cambio, se están abrasando en un odio tan violento contraella, y son tan ingratos a los evidentes favores de su Redentor, que éste
es el día en que no serían capaces de mover su lengua contra esta ciudad si
no fuera porque encontraron en sus lugares sagrados, al huir de las armas
enemigas, la salvación de su vida, de la que ahora tanto se enorgullecen. ¿O
es que no son enemigos encarnizados de Cristo aquellos romanos a quienes
los bárbaros, por respeto...
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