Ciudad recobrada

Ciudad recobrada

Buscaba a un amigo que vivía en calle Merced 444. Como me había ausentado muchos años del país, había perdido su contacto. Ante el supuesto número no había nada más que un entablado. Un extraño que cuidaba los coches, se percató de mi asombro y se acercó explicándome que el edificio se había incendiado y convertido en un estacionamiento necesario.

Me lancé a la búsqueda deuna guía para dar con la nueva dirección de mi amigo. Pero no existía y nada fue posible, así que volví al lugar del vacío, más solo aún, cuando de pronto sentí un escalofriante sonido desafinado a lata vieja que provenía de la Basílica de la Merced. Fue magnífico, me devolvió el calor al cuerpo. Estaba paralizado escuchando el sobrio campanazo del Carillón de la Merced que me hizo viajar en eltiempo, sentí de pronto la voz de mi padre que me pedía reiteradas veces que me bajara de la motoneta con que me había ido a buscar a la escuela.

Gracias a la memoria involuntaria, como la definía Proust, ya no estaba solo. No necesitaba dirección en la ciudad, más bien toda la ciudad se había convertido en la dirección que yo buscaba, como punto de apoyo, en el referente espacial y existencialque precisaba en ese instante para sentirme parte de ella, para rehacer un camino que pudiera seguir con los pies. Muy distinto al camino sobre ruedas, en la capilla mecánica que mediatiza el espacio, que el pie disimuladamente sobrecorre al acelerar.

Lo que buscaba no era el espacio geométrico, más bien era un lugar que todavía podía reproducir antiguos diálogos entre su histórica arquitectura.Aunque la ciudad se había rebasado por sus límites, no fue difícil reconstruir los antiguos deslindes por la sepultada vía férrea de los carros o tranvías urbanos de aquel entonces, que se extendían como una huella del pasado desde Avenida Italia hasta Matucana.

El poder semiológico de la ciudad genera un espacio, que al parecer sostiene, en gran parte, la identidad de sus habitantes. Eseespacio se contiene en lo numinoso. Aunque nada quedara, aquello sería lo último que terminaría por desaparecer en una hecatombe. La semiología no tiene que ver aquí con la cantidad de letreros para el automovilista como guía por la ruta de sus calles. Él, atrincherado en su cabina electromecánica, parece asistir con más tolerancia al vertiginoso cambio de nuestras ciudades, para el bien de suautomóvil.

La experiencia de la falta de significados del entorno arquitectónico es tema de Marc Augé en Los no-lugares: Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Él hace hincapié en la diferencia entre lugar y espacio, definiendo de manera antropológica el lugar como un área que ha adquirido significado a partir de actividades humanas que se dan en el mismo. La aseveración deAugé señala que en el sentido antropológico clásico, una proporción creciente de espacio carece de significado, porque nadie siente ningún apego a él. Augé percibe este fenómeno como una de las tres formas de la abundancia que caracterizan, que él mismo llama, la condición súpermoderna: abundancia de espacio, abundancia de signos en el bombardeo ubicuo de información y abundancia deindividualización. Augé designa como no-lugares aquellos sitios por los cuales nadie siente un apego particular y no funcionan como puntos de encuentro a la manera tradicional. Al mundo lo conforman cada vez más tales no-lugares, que resultan particularmente comunes en el ámbito del transporte y del consumo. El espacio público ha pasado de ser de un lugar de encuentro, de la vida social a un ámbito de estrictaregulación donde todo individuo es asegurado por un tercero que da por garantizada dicha seguridad. Los no-lugares de Augé parecen surgir en todas partes totalmente idénticos.

El espíritu urbanizador del ser humano tiene como objetivo mantener la continuidad de un proceso. Como lo orgánico también tiene fases de discontinuidad el urbanizador se asegura de suplir toda interrupción que se...