CLÁSICO PERDIDO
Éramos minoría, estábamos rodeados de camisetas y banderas rojas, sin embargo, los pocos que asistimos dejamos el alma en la cancha. Ese domingo tenía que estar en el Estadio alas 11:00 de la mañana, aunque el partido fuera a las 3:15. Llegué al Campín a las 10:30, eran escasos los hinchas azules, mientras que poco a poco iban llegando los rojos, queriendo insinuar que estavez eran ellos los locales y nos iban a llenar el Estadio. Después de 4 horas y 45 minutos de espera, comienza el partido. La rivalidad era evidente, era un partido que iba más allá del trofeo y lospremios, aquí se disputaba el honor, el saber quién es el mejor de los dos y cuál es el equipo más grande de Colombia. Nunca antes había dicho tantas groserías en un solo día, era notoria mi rabia porel planteamiento y desarrollo de juego por parte de Millonarios y el buen control que Santa Fe le estaba dando a este. Cada vez que se me daba la oportunidad, ‘putiaba’ a los cardenales, ah, ytambién al árbitro, puesto que muchos pensamos que tiene algo en contra del club embajador.
Al término de la primera mitad, el compromiso ya iba 1-0 a favor de Santa Fe, muchos se fueron, ya no veíanninguna posibilidad de que Millonarios se quedara con la Superliga Postobón, mientras que los otros, veían una pequeña luz, pensaban que una reestructuración del equipo podría llevarlo por el camino de lavictoria. Comenzó el segundo tiempo, sentía que podíamos invertir el marcador y llevarnos a casa esa copa, pero no, Millos no tuvo control sobre la esférica y todo se nos iba saliendo de las manos. Mesentía triste, de mal humor, mi única manera de desahogarme era echando sátiras al que hiciera mejor la labor por el equipo contrario: Camilo Vargas y Omar Pérez fueron blanco de ello, aunque sabíaque mis palabras no iban a cambiar el marcador y que esa primera liga del año ya era para el rival de patio.
Faltando 5 minutos para que se terminara el partido, me resigné, asumí la derrota y salí...
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