colegio
Crecer en madurez
en la Vida Religiosa
Patxi Álvarez de los Mozos sj*
Dos vías tentadoras de enfocar la madurez religiosa
Creo que tendemos a considerar que la madurez de los religiosos depende, por un lado, de la edad y, por otro, de la madurez psicológica. Es decir, sería cuestión de tiempo y de integración personal. A mi modo de ver, es claroque tiene que ver con estos dos factores, pero no de modo exclusivo ni único. Pasamos a tratarlos con un poco más de detenimiento.
a) El enfoque de la edad
Parecería que sólo podemos ser maduros cuando avanzamos en edad. Nos damos cuenta de la verdad que encierra esta afirmación cuando nos encontramos con personas a las que no hemos visto en bastantes años y, después de hablar con ellas duranteun rato, percibimos que tienen otra hondura. Serían necesarias, por tanto, paciencia y espera. La madurez se dibuja aquí, pues, como horizonte final de la vida.
En realidad, cada momento de la vida tiene su propia sazón: en él, la madurez adquiere un significado distinto. En el noviciado supone ilusión y alegría por esta vida, cierto grado de ceguera, afecto por el Señor, corazón abierto. En laformación, paciencia y espera, capacidad para hacer frente a los vacíos afectivos, fidelidad en la oración, alimentarse interiormente con lo poco sin ansiar continuamente grandes fervores. Cuando, más tarde, el trabajo agota, madurez significa reposar en Jesús, dejarse guiar por sus preferencias, apostar y arriesgar, acercamiento a los pobres, compañerismo, sostenerse en las crisis con fortalezade ánimo, nunca desesperar, celebrar lo pequeño, estar siempre disponible para los demás. Y en el, hoy por hoy, largo atardecer de la vida, la madurez implica mirar atrás con agradecimiento, saber desprenderse de lo construido, apostar por lo nuevo que personas más jóvenes llevarán, amar la pobreza que profesamos, crecer en esperanza... En todos los casos requiere generosidad y entrega, salida deuno mismo1. Así, cada etapa de la vida tiene su propia forma de madurez; no se trataría tanto de un horizonte de llegada cuanto de una profundidad a alcanzar en cada estadio de nuestra biografía. La vida religiosa necesita todos los ingredientes: la ilusión de los jóvenes, la entrega silenciosa de los de media edad, la esperanza de los mayores... Sólo así podemos afirmar cabalmente que hay madurezen la vida religiosa.
Hoy, en nuestras congregaciones, sucede que nos reunimos bajo un mismo techo personas de distintas generaciones y diferentes socializaciones2. A lo largo de las últimas décadas hemos pasado, de una vida religiosa de la observancia, a otra liberal, para llegar ahora a una más «postmoderna». En la primera, se trataba fundamentalmente de cumplir con lo establecido: lascomunidades se regían por un orden apoyado en la autoridad del superior, en el que todo tenía su sitio. Las relaciones eran más bien jerárquicas y verticales. Existía una separación del mundo secular. La obediencia jugaba un papel importante para las grandes y las pequeñas decisiones. Había un modelo de perfección imitable, y la Iglesia –y dentro de ella las congregaciones religiosas– se sentía unasociedad perfecta y aparte.
Posteriormente, pasamos a una forma de vida religiosa más moderna y liberal. El Concilio alentó una presencia «secular» de los religiosos, ellos y ellas. Desaparecieron los hábitos, se mezclaron con la gente y prefirieron ser sal a ser luz. El trabajo –aunque muchas veces realizado sin medida– era el nuevo modo de acercarse al ideal: el mundo sería transformado con elesfuerzo. Surgen nuevas amistades y alianzas con las personas del trabajo; se busca la inserción, no la segregación; y lo más específicamente religioso se guarda para la propia habitación o la capilla.
Finalmente, las nuevas generaciones buscan más bien la realización personal, saben celebrar mejor la vida, saborean los elementos estéticos, tienen dificultades para asumir compromisos y revisan...
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