Comentario Editorial "Caton"
Por: Catón
Yo siento simpatía por los masones. Nunca he sido masón. (Tampoco, al igual que el poetajerezano, he sido nunca Caballero de Colón). Dos o tres tíos por parte de mi madre pertenecieron a la masonería. Recuerdo el sobresalto que sentí cuando uno de mis pequeños primos me mostróocultamente el mandil de masón de su papá. Yo estudiaba en colegio religioso, y ahí se nos había enseñado que los masones estaban condenados al infierno. En una novelita llamada, si no recuerdo mal, "Flora yElío", leí que los perversos hombres de esa diabólica corporación llevaban a cabo ritos espantosos en que inocentes niños eran sacrificados. Tuve la gran fortuna de que en mi casa hubiera crisiseconómica, y mis padres ya no pudieron pagar la colegiatura de aquella institución.
Entonces fui a estudiar en una escuela pública, la Anexa a la Normal. ¡Qué escuela ésa! Estar en ella era como estardentro del "Corazón, diario de un niño", el entrañable libro de Damicis. Iban ahí niños de todas las condiciones, desde el hijo del modestísimo albañil hasta el del comerciante adinerado, y ningunadesigualdad se establecía entre ellos. Además -¡alavado sea Dios!- había niñas. El paraíso terrenal. En esa escuela recibí las primeras lecciones de liberalismo en el mejor sentido de la palabra; no defanatismo al revés o de jacobinismo obtuso, sino de tolerancia, y respeto al modo de pensar de los demás y libertad de juicio. Después, otra institución de raíz liberal, el Ateneo Fuente, me abrió loscaminos de la vida, a los cuales añadí luego algunos deleitosos atajos por mi cuenta. Quedaron atrás aquellos oscurantismos infantiles -culpa fueron del tiempo, no de mi colegio-, y sé ahora que mi tíoRefugio, gran Caballero de Colón, y mi tío Raúl, masón del grado 33, gozan por igual la gloria, respectivamente, de Dios Nuestro Señor y del Gran Arquitecto del Universo. Otra vez loado sea el...
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