Llega un momento, en la vida de todo estudiante de medicina que pasa aconvertirse en médico, en el que jura o promete ante la sociedad unos principioséticos y moralesaplicados a su futura profesión. Es el Juramento Hipocrático.Sin embrago, este juramento dista un poco de los principios éticos y morales dela actualidad.Para empezar, elhecho de que un médico jure por unos dioses de hace mileniosen los que nadie conoce no es algo que inspire mucha confianza. En el juramentotambién aparece el tema delaborto, ³«tampoco administraré abortivos a mujer alguna«´, que ya no tendría sentido en la actualidad, pues el aborto es permitidoen casos especiales (por ejemplo, cuandohay un grave riesgo para la salud de lamadre). En la época de Hipócrates, la medicina se aprendía de padres a hijos yentre colegas mientras al resto se les vetaba elacceso a su aprendizaje. Pero estoa día de hoy no tiene ningún sentido, con una carrera de medicina asentada en launiversidad en la que se puede acceder por méritosacadémicos y no por unacuestión familiar.A pesar de las incoherencias anteriores con el panorama actual, el juramentohipocrático es emblemático porque fue la primeradeclaración oficial decompromiso del médico con su paciente.Los puntos clave del juramento son, sin lugar a dudas, la búsqueda del beneficioy el bien del enfermo además de lapreservación de su secreto. Unos puntos que, por muchos siglos que pasen, jamás quedarán obsoletos.Hoy en día, son cada vez menos los médicos que realizan eltradicionalJuramento Hipocrático y, en su lugar, realizan la Declaración de Ginebra. Unaversión realista y actualizada de los deberes morales y éticos del médico hacia el paciente.
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