Como ganarse la confianza de los hijos
A partir de los movimientos estudiantiles de 1968 en diversos países del mundo, algunos universitarios pusieron en tela de juicio a todo tipo de autoridad: la de los padres, la de los profesores, la de las autoridades civiles, etc.
Esos jóvenes pusieron especial énfasis en señalar que dichas autoridades eran bastantelegalistas, impositivas, dominantes, o bien, que seguían patrones de conducta rígidos. Un ejemplo de ese tipo de autoridad se puede resumir en la conocida frase: “¡harás esto porque las cosas siempre se han hecho así!”.
Las acusaban de falta de flexibilidad, de tolerancia, de sensibilidad... en definitiva, de que se preocupaban más por cuidar la forma externa del orden establecido, que decomprender realmente las inquietudes de la juventud.
Estas ideas fueron permeando en las sucesivas generaciones –con la decisiva influencia de algunos medios de comunicación–, y hoy en día se ha convertido en un serio problema particularmente para los padres, que comentan con frecuencia y preocupación: “Mis hijos ya no me hacen ningún caso”, “pienso que he fracasado como padre”, “ya ves cómoestá ahora la juventud”...
Quizá una primera idea es recomendar a los padres que no claudiquen en su misión cuando se presenten este tipo de dificultades. Pienso que esta llamada “crisis de autoridad” hay que procurar cambiarla en el reto de “educar en un clima de libertad”.
En la constitución de la persona humana, además de la razón, intervienen los sentimientos que de suyo no son ni buenos nimalos, sino que hay que darles una correcta orientación o encauzamiento. Es clave lograr la armonía entre la razón y la afectividad.
También, es importante darnos cuenta de las circunstancias objetivas en que se encuentran las personas: su carácter, su temperamento, sus aficiones, sus virtudes, sus defectos; si están pasando por una temporada crítica en su vida, sus preocupaciones, susilusiones, etc. Con base en estas coordenadas, se puede ayudar a los hijos, sabiendo que no se les puede pedir a todos exactamente lo mismo.
Si un hijo –por ejemplo– es por naturaleza desordenado, se le puede ayudar a ponerle algunas metas concretas para que vaya mejorando en la virtud del orden, pero nunca compararlo duramente con su hermano: “Aprende de tu hermano, él sí que es ordenado”.
O aquelotro hijo que le cuesta el estudio, en vez de decirle: “Eres un irresponsable, ¿no sabes lo que gasto cada mes en tus estudios?”, hay que ayudarle positivamente, animándole a que tome un curso de técnicas de mejoramiento en el rendimiento escolar, ponerle la ayuda de un preceptor de estudios, o ayudarle personalmente a que aprenda a establecer un horario de estudios y tareas, después de sus clases.Otra recomendación es el buscar ser realmente amigos de los hijos. Los padres tienen que ser los mejores amigos de los hijos. Si la relación paterno-filial o materno-filial se reduce a “cuánto dinero necesitas” o “qué quieres que te regale para tu cumpleaños”, esa vinculación se reduce a su mínima expresión y con una comunicación muy pobre.
Un día escuchaba esta queja de un joven de familiaacomodada: “Mi padre me ha dado todo: estudios universitarios, coche, dinero, viajes, etc., pero nunca he logrado tener una plática a fondo con él. Trato de entablar una conversación amistosa en la sala y mi padre –de inmediato– enciende la televisión o comienza a hablar de las noticias del periódico, de negocios, de política.
“Jamás me ha preguntado: ‘¿Cómo vas en tus estudios?¿Cómo estás, cómote sientes? ¿Quién es tu novia?’. Después de 20 años, vivimos bajo el mismo techo pero somos casi dos desconocidos. Parece que mi vida no le interesa”.
Y es que la verdadera amistad se interesa auténticamente por la otra persona, sabe escuchar, comprender. A veces, es acompañar al hijo en una competición deportiva, a salir al cine, dar un paseo. Nunca se “pierde el tiempo” cuando se conversa...
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