Como Hacer Un Comentario De Texto
El que atiende por este alias, sustitución del humilde nombre de Jacobo Expósito, es un golfo cuya edad no se aprecia a primera vista. Por el desarrollo representa de once a doce años lo más; pero si su cuerpo desmedrado parece de niño, sus facciones están ajadas por la miseria y su expresión es precozmente cauta y recelosa. Lascriaturas desamparadas aprenden pronto la dura ley de la vida social; el candor de la infancia lo acaparan los ricos. Restorán no recordaba haber sido inocente.
Hay en Madrid gateras a quienes les sale el día bastante bien. Tienen una cara graciosa, un habla suelta, insinuante, labia, desparpajo; saben hacer útiles abriendo portezuelas, avisando simones o recogiendo el pañuelo que se cae; conocen elarte de mendigar, y cuando, al anochecer, repiten «con más hambre que un oso» o reclaman, cual si les debiese de derecho, la «perrilla». Ya en su mugrienta faltriquera danzan las monedas de cobre que les permitirán refocilarse en el bodegón de la calle de Toledo. Si, conmovidos por sus quejas famélicas, en vez de soltar dinero, los lleváis a una tienda y les compráis la libreta, diciéndolesmajestuosamente: «Anda, hijo, come», es como si les dejaseis caer una teja de punta sobre la pelona. Lo que quieren es guita. Ya sabrán gastársela. Tanto para el guisote, tanto para el peñascaró, tanto para coser los zapatos, tanto para la partida de tute... El tabaco no entra en cuenta. Ahí están las colillas.
Restorán no era de estos vivos. Le infundía repugnancia pedir limosna. Solo y abandonadodesde los nueve años, por muerte de la verdulera que le había sacado de la Inclusa, iba rodando, pretendiendo, instintivamente, hacer algo remunerable, y sin acertar qué. ¡Trabajar! ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Acaso le habían enseñado nunca? Tampoco le gustaba al Expósito cualquier oficio. Un limpiabotas le quiso tomar de aprendiz..., y él se negó. Lustrar el calzado sosteniéndolo en la mano, corriente; limpiaruna bota puesta en un pie..., eso, ¡recontra!, es una grandísima indecencia. El chico no acertaba a explicar la razón; sólo afirmaba lo de la indecencia con tal energía y con tales pujos de altivez, que el limpiabotas, pegándole un puntillón brutal, le echó al arroyo, no sin gritarle:
-Vaya usía con Dios, señor marqués... ¡El demonio del renacuajo, y qué soberbia gasta!
Jacobo, tragándose laslágrimas -los golfos alardean de estoicismo-, pensaba en lo de la soberbia. Como que ya se lo habían dicho sus compañeros de vagancia:
-Tu tiés muchos humos...
La convicción de ser soberbio le infundió cierta complacencia interna. ¿Quién es capaz de averiguar de qué linaje procedía el Expósito? Todos los incluseros se consideran nobles; un hospiciado puede ser hijo del mismo rey. Lo cierto es queJacobo se juró que no mendigaría. Si le daban sin pedir, bueno...
Por desgracia, el estómago no entiende de dignidades, ni espera, ni transige; el Expósito padecía una enfermedad crónica; el hambre. La había contraído en la cuna, en el escurrido seno de la nodriza, compartida con otros dos críos y no pagada por la Diputación. Y ahora que el organismo exigía elementos para desarrollarse, que seacercaba la crisis de la adolescencia, que los huesos se estiraban, el hambre de Jacobo era gazuza; era un buitre que le roía las tripas sin descanso. Tímido y desfallecido, acercábase al mercado: las verduleras le conocían y le daban, cuál una naranja, cuál un mendrugo. Lo que hubiese... Caridad y voluntad no faltan allí nunca. Sólo que Jacobo ni por ésas salía de hambriento. Lo que él soñaba era unhartazgo, hasta saciarse; una comilona a discreción, mucha carne, vino, pasteles de postre... Los pasteles, ¡qué buenos serán! En los escaparates de las confiterías, ¡qué caras presentan tan doradas y tan simpáticas!
Como los demás golfos, el Expósito concurría a la puerta de los teatros, de los sitios en que algún espectáculo atrae a la multitud. En ese río revuelto pesca hasta el pescador...
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