Como y cuando
Cunnane había prendido una llama
en el corazón de Travis Grant.
Ahora, el orgulloso propietario del
rancho Royal Meadows había
decidido domar a esta fogosa
irlandesa… y hacerla suya.
Nora Roberts
Fuego irlandés
Corazones irlandeses - 1
ePub r1.0
Titivillus 23.04.15
Título original: Irish thoroughbred
Nora Roberts, 1981
Traducción: Fernando Hernández HolgadoEditor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Capítulo 1
Adelia Cunnane permanecía asomada a
la ventanilla, sin ver el mágico manto de
nubes que se extendían más abajo.
Algunas formaban montañas, otras
glaciares, estrechándose y alisándose en
lo que semejaba un lago cubierto de
hielo. Sin embargo, pese a tratarse de su
primer viaje en avión, Adelia no
encontraba el panorama nada inspirador.
Sumente estaba plagada de dudas e
incertidumbres, unidas a una intensa
punzada de nostalgia por su pequeña
granja de Irlanda. No obstante, tanto la
granja como Irlanda estaban ya muy
lejos, y cada minuto transcurrido
acercaba más a Adelia a América y a
personas desconocidas. Pensó, con un
suspiro de resignación, que no se
hallaba adecuadamente preparada para
hacer frente ni a una cosa ni a la otra.Sus padres habían muerto en un
accidente de camión, dejándola huérfana
a la tierna edad de diez años. En las
semanas siguientes al fallecimiento de
sus padres, Adelia había flotado a la
deriva en la niebla de la conmoción,
refugiándose en sí misma para resistir la
agonía de la separación; para soportar la
sensación, extraña y aterradora, de
abandono. Poco a poco, fue erigiendo un
muro en torno a sudolor, y se consagró
al trabajo de la granja con la dedicación
de un adulto.
Lettie Cunnane, su tía paterna, se
había hecho cargo de la niña y de la
granja, cuidando de ambas con mano
firme. Tenía buen fondo, pero era poco
cariñosa; por añadidura, carecía de la
paciencia o el talante comprensivo
necesarios para sobrellevar a una
chiquilla imprevisible y, a menudo,
tempestuosa.
La granja habíasido lo único que
tenían en común, y la mujer y la niña
habían construido su relación a partir de
la fértil tierra y las horas de trabajo que
esta requería. Habían vivido y trabajado
juntas durante casi trece años;
posteriormente, Lettie sufrió una
parálisis, y Adelia se vio obligada a
repartir su tiempo entre las tareas de la
granja y el cuidado de una inválida.
Adelia había pasado los días ylas
noches librando una decidida batalla
para
hacer
frente
a
unas
responsabilidades cada vez mayores.
Sus enemigos habían sido la escasez
de tiempo y de dinero. Cuando, al cabo
de seis largos meses, volvió a quedarse
sola, Adelia bordeaba la desesperación.
Su tía había muerto y, a pesar de que
ella había trabajado incesantemente, la
granja tuvo que ser vendida para
sufragar los impuestos.
Adeliahabía escrito a su único
pariente vivo, Padrick, el hermano
mayor de su padre, que había emigrado
a América veinte años antes, para
informarlo de la muerte de su hermana.
Su respuesta había sido inmediata. En
una carta afectuosa y llena de cariño,
había pedido a Adelia que se fuera a
vivir con él. La última frase de la misiva
era una orden escueta y amable: «Vente
a América; ahora tu hogar estáaquí,
conmigo».
De modo que Adelia había
empacado sus pertenencias, vendiendo o
regalando lo que no podía llevarse
consigo, y se había despedido de
Skibbereen y del único hogar que había
conocido…
Un súbito movimiento del avión
sacó a Adelia de sus recuerdos. Se
recostó en el respaldo acolchado del
asiento, recorriendo con los dedos la
pequeña cruz de oro que siempre
llevaba al cuello. No le quedabanada en
Irlanda, se dijo, combatiendo el
hormigueo de su estómago. Todo lo que
amaba había muerto, y Padrick Cunnane
era su único pariente vivo, el único nexo
de unión con lo que antaño había tenido.
Adelia reprimió una súbita oleada
de miedo. América, Irlanda… ¿qué
diferencia había? Movió los hombros
con inquietud. Se las arreglaría. ¿No lo
había hecho siempre? Estaba decidida a
no ser una...
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