Compañera

Cansado tras correr por los pedregosos caminos de la incertidumbre, envuelto en unas terribles dudas que actuaban de zapatos en la espantosa carrera y abrigado únicamente por la dura certeza de quenadie, en ningún punto del mundo, le andaba esperando, decidió que era hora de sentarse en el suelo, respirar con el corazón en la úvula y aceptar que nunca, bajo ningún mísero concepto ni bajo lainfluencia de la casualidad más delicada, volvería a verla. En silencio, con el pesado acompañamiento de los árboles bailando a su alrededor, que hacían del perdido bosque una hermosa pista de baile conestilos bien diferenciados, trataba de poner un poco de orden en sus ideas. Éstas, frías, ásperas y, quizá, un poco asustadizas, se escondían en el rincón izquierdo de su mente, tiritando de pánico.No podía pensar, porque los buenos pensadores tienen un abrazo asegurado por la noche, un insulto cariñoso antes de tocar la cama para sumergirse en el mundo de Calderón de la Barca, un café calienteal despertar y alguien a quien poder darle los buenos días, y las malas noticias con helado de chocolate. O, quizá, no podía pensar porque ella no estaba a su lado, guiándole con sus palabrasseleccionadas minuciosamente y sus rasgos tan definidos y marcados. Y nunca volvería a verla.
Se sentía tan débil y desvalido, y a la vez tan furioso y decepcionado. Deseaba arrancar de raíz todos los árbolesque parecían estar evitando su dolor, su soledad, su desgracia. A pesar de ello, los árboles no dejaban de bailar con el acompañamiento del viento, que no cesó en ningún momento y se fueintensificando con el paso de los segundos. Sentía la necesidad de arrancarse la piel y, si hubiese podido desprenderse de sus ojos, lo habría hecho; desde hacía un par de meses, no le servían más que parasentirse más ciego de lo que realmente era. Desde el accidente, sus ojos reflejaban la misma oscuridad tanto por dentro como por fuera; su mirada, perdida e inservible, era para él un obstáculo permanente...