Compendio Cronicas
Crónicas para Taller de Medios Impresos II
(Selección)
Compilación: Profesor Octavio Enríquez
Índice de crónicas
A manera de prólogo Por la Crónica de Martín Caparrós
1. Un ensayo del juicio final de Horacio Ruiz (Nicaragua)
2. El rastro en los huesos de Leila Guerreiro (Argentina)
3. GarcíaMárquez va al dentista de Julio Villanueva Chang (Perú)
4. Los últimos días de Rubén Darío de Octavio Enríquez (Nicaragua)
5. Juan y la carta de amor que venció a su tristeza de Pablo Calvo (Argentina)
6. La Piedra bajo el Sol de Sergio Ramírez (Nicaragua)
7. Mi otro yo, el malo de José Adán Silva (Nicaragua)
8. El criminalista del país de las últimas cosas de Carlos Martínez (ElSalvador)
9. Sinatra está resfriado de Gay Talese (Estados Unidos)
10. Tres tristes tazas de Té de Leila Guerreiro (Argentina)
Por la crónica
Martín Caparrós (Argentina)
Entre los temas que Daniel Samper nos propuso, había uno que me llamó la atención más que los otros. Hablaba de «los escritores reconvertidos en periodistas y lo que en España se ha llamado laliteraturalización del periodismo». No me interesó solo, como ustedes podrían creer, porque me obligaría a jugarme la vida a todo o nada diciendo un par de veces literaturalización, y soy amante de los riesgos (lingüísticos). No solo: también me sorprendí preguntándome si yo sería uno de esos.
Y creo que sí: trato de ser, entre otras cosas, un cronista, uno que literaturiza el periodismo. O que cree, incluso, quecierto periodismo es una rama de la literatura. Esta es una mesa sobre periodismo cultural, y yo he hecho mucho periodismo cultural. He dirigido un par de suplementos y revistas de libros, he participado en muchos otros, sigo participando. Pero sospecho que el periodismo cultural que más me interesa es el que crea una cultura, no el que habla sobre la que ya existe. Eso, creo, es la crónica.
Unaprimera definición: la crónica es eso que nuestros periódicos hacen cada vez menos.
Suelo preguntarme por qué los editores de diarios y periódicos latinoamericanos se empeñan en despreciar a sus lectores. O, mejor, en tratar de deshacerlos: en su desesperación por pelearle espacio a la radio y a la televisión, los editores latinoamericanos suelen pensar medios gráficos para una rara especie queellos se inventaron: el lector que no lee. Es un problema: un lector se define por leer, y un lector que no lee es un ente confuso. Sin embargo, nuestros bravos editores no tremulan ante la aparente contradicción: siguen adelante con sus páginas llenas de fotos, recuadros, infografías, dibujitos. Los carcome el miedo a la palabra escrita, a la lengua, y creen que es mejor pelear contra la telecon las armas de la tele, en lugar de usar las únicas armas que un texto no comparte: la escritura. Por eso, en general, les va como les va; por eso, en general, a nosotros también.
Pero algunos estamos por la crónica.
Me gusta la palabra crónica. Me gusta, para empezar, que en la palabra crónica aceche cronos, el tiempo. Siempre que alguien escribe, escribe sobre el tiempo, pero la crónica (muyen particular) es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive. Su fracaso es una garantía: permite intentarlo una y otra vez, y fracasar e intentarlo de nuevo, y otra vez.
La crónica tuvo su momento, y ese momento fue hace mucho. América se hizo por sus crónicas: América se llenó de nombres y de conceptos y de ideas a partir de esas crónicas (de Indias), de los relatos quesus primeros viajeros más o menos letrados hicieron sobre ella. Aquellas crónicas eran un intento heroico de adaptación de lo que no se sabía a lo que sí: un cronista de Indias (un conquistador) ve una fruta que no había visto nunca y dice que es como las manzanas de Castilla, solo que es ovalada y su piel es peluda y su carne violeta. Nada, por supuesto, que se parezca a una manzana, pero...
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