Compensación

C O M P E N S A C I Ó N
Las alas del Tiempo son blancas y negras, con los colores de la mañana y de la noche. La alta montaña y el océano profundo mantienen bien el oscilante equilibrio. En la cambiante luna, en la ala de la marea, brilla la lucha de la Necesidad y del Tener. Dejan más o menos huella en el espacio la eléctrica estrella y los juegos del lápiz. La tierra solitaria, entre losglobos que corren a través de las eternas salas, peso adicional volando hacia el vacio, asteroide supletorio, o chispa compensadora, se dispara a través de la Oscuridad indiferente.
El alma del hombre y la riqueza del vid, seguros y fuertes los renuevos enlazan; aunque los frágiles anillos te engañan, ninguno puede quitar la vid de su tronco. No temas, pues, niño débil; no hay un dios que ose dañara un gusano. Las coronas de laurel ciñen al mérito, ¿no tienen parte en el poder del que lo ejerce? Con pies alados, ¡míralo!, corre a encontrarte; y toda la naturaleza, hecha tuya, flotando en el aire o encerrada en piedra, henderá las montañas, cruzara el mar, y, como tu sombra, te seguirá.
Desde chiquillo he tenido siempre el deseo de escribir un discurso sobre la Compensación: porque, muyjoven, me parecía que en esta cuestión la vida iba por delante de la teología y que la gente sabía más que lo que enseñaban los predicadores. Además, los documentos de donde ha de sacarse la doctrina encantaban mi fantasía por su variedad infinita, y aparecían constantemente ante mí, incluso en sueños: porque son los instrumentos de nuestras manos, el pan de nuestra cesta, las transacciones de lacalle, la tierra arrendada, la vivienda que habitamos, los saludos, las relaciones, las deudas y los créditos, la influencia del carácter, la naturaleza y las dotes de todos los hombres. Me parecía también que en él podía mostrarse a los hombres un rayo de la divinidad, la acción presente del alma de este mundo, limpia de todo vestigio de tradición, y que, de este modo, el corazón del hombre podíainundarse de un baño de amor eterno, hablándole de aquello que él sabe que fue siempre, y que tienes que ser siempre, porque realmente es ahora. Me parecía, además, que si esta doctrina podía ser expresad en términos que tuvieran alguna semejanza con aquellas luminosas intuiciones con que esta verdad nos es revelada a veces, sería una estrella en muchas horas sombrías y e muchos pasos escabrososde nuestro viaje, que no nos permitiría perder nuestro sendero.
El oír luego un sermón me confirmó en estos deseos. El predicador, un hombre estimado por su ortodoxia, desarrollaba del modo habitual la doctrina del Juicio Final. Daba por sentado que el juicio no se lleva a cabo en este mundo; que el malvado tiene suerte; que los buenos son desgraciados; y de ello deducía, por la razón y por lasEscrituras, que ambas partes habían de tener una compensación en la otra vida. Los concurrentes parecieron acoger la doctrina sin ofensa. En lo que pude observar, cuando el sermón terminó, se separaron sin hacer ningún cometario sobre el mismo.
Sin embargo, ¿Qué significa esta doctrina? ¿Qué quería dar a entender el predicador al decir que los buenos son desgraciados en la vida presente? ¿Era quelas casas y las tierras, los oficios, el vino, los caballos, los trajes, el lujo, pertenecen a los hombres sin principios, mientras los santos bien miserables y despreciados y que en la otra vida habrá una compensación para estos últimos, que entonces gozarán de iguales satisfacciones, teniendo onzas y billetes de banco, casa y champaña? Ésta tiene que ser la compensación aludida; ¿Qué otra, sino? ¿Es que se les va a permitir orar y alabar a Dios, amar y servir a los hombres? Eso pueden hacerlo ahora. La deducción lógica que el discípulo sacaría sería ésta: “Vamos a tener una época tan buena como la que los pecadores tienen ahora”, o, extremando el razonamiento: “Vosotros pecaís ahora; nosotros pecaremos después; pecaríamos hoy si pudiéramos, pero como la suerte no nos acompaña, nos...