Competencias
La leñadora estaba sentada –más bien desparramada, para nada como una dama- en el sillón con las botas sobre la mesita de centro, su madre en la cocina despotricando de lo duro que tenía que trabajar y lo poco que valoraban su trabajo.
Cuando la oyó dejar la capa en el perchero salió hecha una furia de allí.
-¿Ves el ejemplo que das?- la jalófuertemente del brazo ¡, llevándola cerca de su compañera de trabajo –ni siquiera es su casa y ha llegado como el lobo por su casa, ha vaciado la nevera, y fuera de eso monta los pies en mi mesa de té-la leñadora ni se do por aludida.
-Primero que todo, suélteme señora loca-su madre hizo una cara de indignación, pero lo hizo- segundo, te protege mientras estoy fuera cazando, tiene derecho deentrar a la casa a calentarse el maldito trasero si quiere-señaló a la mujer en el sofá que ahora las miraba.
-Miren, no me gustan los dramas- se levantó del sillón con pereza –así que ya me voy a patrullar los límites de esta tierra, gracias señora roja por su hospitalaria atención- recogió su hacha y se fue.
-¿Lo ves?, problema resuelto- dijo sin más, haciendo un vago gesto con los brazos, lamujer mayor tomo una larga y profunda inhalación como si buscara la paciencia que le faltaba en el aire.
-Bañate, tienes una cortada en el pómulo- le dijo mientras le pasaba el pulgar por la herida para limpiarla, ella siseó bajo por el ardor, ahora evidente, le atrapó la mano con brusquedad y le miró el dedo pulgar, metiéndoselo dentro de la boca para borrar el rastro de la sangre.
-“Las mujeresno deben mancharse de sangre las manos a menos que sea para cocinar”- le dijo repitiendo una frase que hace años cuando aún era una niña que dependía de su madre, y que ella le había dicho cuando por primera vez había matado un animal.
Sabía que la mirada que le dio a su progenitora fue escalofriante por el estremecimiento y la repentina desesperación por sacar su muñeca del agarre férreo se suslargos dedos, la soltó de repente y tomo sus cosas dirigiéndose al baño, dejándola ahí parada tan asustada que por un largo tiempo se quedó pasmada allí. Lo único que vino a su mente fue llamar a su madre, hablaron por unos minutos, de caperucita obviamente, la anciana le propuso que la dejará unos días con ella, ella por su lado no se encontraba en óptimas condiciones para salir de casa, por loque la mujer colgó con una afirmación murmurada y se puso a preparar comida para el camino.
Cuando llegó limpia y fresca por la ducha vio a su madre con una caja en medio de la mesa de la cocina, se retorcía las manos con angustia. Había esperado el momento de que la echaran de casa, lo que no pensó es que sería tan pronto.
-Nani ha llamado, está enferma y quiero que le lleves algo de comer- dijosu madre, mientras ella levantaba la no-tan-pesada-caja.
-Qué sutil- se susurró a sí misma.
Debería de irse de inmediato, no darle más vueltas al asunto.
-¿Puedo obtener una última comida?- su mamá podría no ser la vieja más simpática del mundo, pero el carajo que cocinaba malditamente bien.
La mujer palideció.
-No es como si estuvieras yendo del todo, ¿volverás cierto?- se puso a rebuscar un...
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