conciencia del horror

Páginas: 7 (1679 palabras) Publicado: 13 de noviembre de 2014
Deben haber sido pocos los que (estando afuera o en la vereda de enfrente) entendieron de entrada qué significaría el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. La, borrosa, hipótesis predominante era la repetición (agravada en violencia) de las experiencias autoritarias ya producidas durante el siglo XX. La marca mayor de la dictadura nacida en el ‘76, el terrorismo de Estado, seguramente noestaba en la mayoría de los cálculos previos.
El plan sistemático de exterminio fue la formidable novedad que aportó el autodenominado Proceso. Analizar las anteriores experiencias cívico-militares generó en una elite despiadada la convicción de que –para acceder a las reformas estructurales jamás conseguidas del todo por las sucesivas “revoluciones” cívico-militares– era imperioso desbaratar la tramade organizaciones sociales, sindicales y políticas que habían proliferado en tiempos de democracia, en los de dictadura, en los del Estado benefactor, en los de la lucha armada. Las organizaciones armadas y guerrilleras eran (ni más ni menos) parte de esa hidra de cien cabezas, que debía ser aniquilada para poder, sobre la tierra arrasada y regada con sal, edificar un nuevo (en verdad unrecurrente, pero aggiornado) proyecto de país.
Las Madres de Plaza de Mayo tampoco sabían qué serían cuando salieron a la calle, a riesgo de sus vidas, pidiendo por sus hijos. Su primer discurso, que persistió en buena medida hasta los primeros tiempos de la democracia, era el de la inocencia de sus hijos, la de su (en general absoluta) ajenidad a todo tipo de compromiso político. No merecían el castigopropinado, no habían incurrido en el pecado de militar.
Tampoco podían imaginar que se convertirían en la vanguardia de la lucha contra la dictadura. Por su coraje, por su desprejuicio en la elección de los métodos, tal vez en alguna medida por haberse hecho dueñas de la Plaza de Mayo, a la que otras organizaciones intentarían volver muchos años después.
Un falso nacionalismo, vetusto (cuyaexistencia remitía, a veces, a antecedentes nobles de fuerzas nacionales y populares) encerraba a dirigentes políticos y sociales en el rechazo a lo foráneo, sin entender que si la dictadura era (en buena medida) una feroz innovación, quienes la resistían no podían quedar confinados en formas de lucha ancladas en el pasado.
Las campañas “Los argentinos somos derechos y humanos” o el patrioterismo deJosé María Muñoz eran salvajes, pero no disparatadas cuando buscaban sintonía con un registro de sospecha de lo foráneo arraigado en vastos sectores de opinión. La intuición de las Madres saltó, como si nada, esas vallas, como hiciera con el miedo o la pasividad. Otro era el enemigo, otro (consiguientemente) el mapa del mundo. Comparadas con políticos parroquiales, enfrascados entre cuatro paredesy distraídos de los cambios de época, las Madres de la Plaza fueron también adelantadas.
La derrota en Malvinas trastrocó los tiempos y sacó del freezer a una dirigencia política mayoritariamente apestosa a naftalina. Resucitaron de chiripa y se encontraron con el premio mayor de la reapertura democrática, dotados de una pobre lectura de todo lo sucedido. Raúl Alfonsín era quien mejor habíaregistrado el arraigo de valores encarnados en la sociedad: el desprecio a la violencia, el ansia de libertad, reacciones a años de sojuzgamiento, mentira y brutalidad. Nadie sabrá decir cuánto del resquemor sobre la sangre tributaba a Malvinas y cuánto al genocidio. Lo cierto es que el dirigente que mejor percibió que las libertades básicas eran un piso inderogable ganó, con buena moraleja, laselecciones. Era, de los viables, el mejor de todos, pero compartía con el pelotón un paupérrimo diagnóstico de la coyuntura económica, de los cambios estructurales implantados en el país. Agachadas ulteriores le valdrían la sospecha de haber ejercitado siempre el doble discurso. Pero el hombre no mentía cuando profetizaba que con la democracia se comía, se educaba, se vivía. Sencillamente se...
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