Conde de montecristo

Páginas: 6 (1280 palabras) Publicado: 29 de octubre de 2009
PRIMERA PARTE El castillo de If
SEGUNDA PARTE Simbad el marino
TERCERA PARTE Extrañas coincidencias
CUARTA PARTE El mayor Cavalcanti
QUINTA PARTE La mano de Dios
PRIMERA PARTE
EL CASTILLO DE IF
Capítulo primero
Marsella. La llegada
El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda dio la señal de que se hallaba a la
vista el bergantín El Faraón procedente de Esmirna,Trieste y Nápoles. Como suele hacerse en tales
casos, salió inmediatamente en su busca un práctico, que pasó por delante del castillo de If y subió a
bordo del buque entre la isla de Rión y el cabo Mongión. En un instante, y también como de costumbre,
se llenó de curiosos la plataforma del castillo de San Juan, porque en Marsella se daba gran importancia a
la llegada de un buque y sobre todo sile sucedía lo que al Faraón, cuyo casco había salido de los
astilleros de la antigua Focia y pertenecía a un naviero de la ciudad.
Mientras tanto, el buque seguía avanzando; habiendo pasado felizmente el estrecho producido por
alguna erupción volcánica entre las islas de Calasapeigne y de Jaros, dobló la punta de Pomegue hendiendo
las olas bajo sus tres gavias, su gran foque y la mesana. Lohacía con tanta lentitud y tan penosos
movimientos, que los curiosos, que por instinto presienten la desgracia, preguntábanse unos a otros qué
accidente podía haber sobrevenido al buque. Los más peritos en navegación reconocieron al punto que, de
haber sucedido alguna desgracia, no debía de haber sido al buque, puesto que, aun cuando con mucha
lentitud, seguía éste avanzando con todas lascondiciones de los buques bien gobernados.
En su puesto estaba preparada el ancla, sueltos los cabos del bauprés, y al lado del piloto, que se
disponía a hacer que El Faraón enfilase la estrecha boca del puerto de Marsella, hallábase un joven de
fisonomía inteligente que, con mirada muy viva, observaba cada uno de los movimientos del buque y
repetía las órdenes del piloto.
Entre los espectadores quese hallaban reunidos en la explanada de San Juan, había uno que parecía
más inquieto que los demás y que, no pudiendo contenerse y esperar a que el buque fondeara, saltó a un
bote y ordenó que le llevasen al Faraón, al que alcanzó frente al muelle de la Reserva.
Viendo acercarse al bote y al que lo ocupaba, el marino abandonó su puesto al lado del piloto y se
apoyó, sombrero en mano, en elfilarete del buque. Era un joven de unos dieciocho a veinte años, de
elevada estatura, cuerpo bien proporcionado, hermoso cabello y ojos negros, observándose en toda su
persona ese aire de calma y de resolución peculiares a los hombres avezados a luchar con los peligros
desde su infancia.
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-¡Ah! ¡Sois vos Edmundo! ¿Qué es lo que hasucedido? -preguntó el del bote- ¿Qué significan esas
caras tan tristes que tienen todos los de la tripulación?
-Una gran desgracia, para mí al menos, señor Morrel -respondió Edmundo-. Al llegar a la altura de
Civita-Vecchia, falleció el valiente capitán Leclerc...
-¿Y el cargamento? -preguntó con ansia el naviero.
-Intacto, sin novedad. El capitán Leclerc...
-¿Qué le ha sucedido? ¾preguntó elnaviero, ya más tranquilo¾. ¿Qué le ocurrió a ese valiente capitán?
-Murió.
-¿Cayó al mar?
-No, señor; murió de una calentura cerebral, en medio de horribles padecimientos.
Volviéndose luego hacia la tripulación:
-¡Hola! ¾dijo¾ Cada uno a su puesto, vamos a anclar.
La tripulación obedeció, lanzándose inmediatamente los ocho o diez marineros que la componían unos
a las escotas, otros a lasdrizas y otros a cargar velas.
Edmundo observó con una mirada indiferente el principio de la maniobra, y viendo a punto de
ejecutarse sus órdenes, volvióse hacia su interlocutor.
-Pero ¿cómo sucedió esa desgracia? -continuó el naviero.
-¡Oh, Dios mío!, de un modo inesperado. Después de una larga plática con el comandante del puerto, el
capitán Leclerc salió de Nápoles bastante agitado, y no...
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