Condena de muerte
Armando Cáceda
En el aeropuerto, cuando tu partida, me tomaste de los hombros y con mucha energía, mirando directo a losojos, escuché tu voz: «Mamá, no me llames para que vuelva porque no voy a volver.»
Tienes tus razones, en parte, sin embargo siempre estaréalerta y miraré al noroeste ansiando darte la bienvenida, por si te ablandas y acaso te animas llegar de visita.
Hay algo terrible como admirableen tu voluntad y en las cartas que escribes. Pero déjame que sea sincera, en todas ellas no das suficientes muestras de amor.
Admito, te muestrasafectuoso, amable, incluso confiado, lleno de desasosiego por mí, sin embargo son las cartas de alguien que se ha vuelto un extraño, muydistante, como un discapacitado para mantener vivo el amor.
¿Es esto una acusación? No, pero es un reproche, un reproche sincero.
Y esta carta –lodigo ahora– es una llamada para que vuelvas de la oscuridad.
Ven, dice mi carta, no te desgajes de mí.
Ven y entierra la cabeza en mi regazo comohacen los niños, como lo hacías tú; hurga con la nariz como si fuera el hocico de un topo en busca del lugar de donde viniste.
No puedo vivirsin mi hijo. No puedo morir sin ti, mi hijo.
¿Es esto una acusación? Sí, yo te acuso. Te acuso de haberme abandonado. ¡Clamo y lanzo mi acusaciónpor entre los caninos del viento! Lo que sufro en tu ausencia es dolor. Produzco dolor. Tú eres mi dolor, ¡hijo mío!, porque te quiero y añoro.
Regístrate para leer el documento completo.