Conductores
pisa el acelerador. Atascos.
A sus espaldas oye el motor. Avanzamos en fila. Cada conductor se afana
por seguirexactamente el carril del que va en cabeza. Hay que evitar el atasco
¡Imposible! Comenta el conductor. Un letrero sobre su cabeza indica “Prohibido
hablar con el conductor”.
Mientrasconduce, deja vagar la mirada alrededor. A la derecha, a la izquierda,
hasta el infinito, coches, coches y más coches. Como si cubrieran toda la
Tierra. Por encima, el día clareando, un cielo celesteabierto, un cielo de paz,
ajeno a lo que ocurre aquí abajo.
El conductor nota que le tocan. Le ofrecen un cigarrillo; lo coge y esboza un
ligero movimiento para dar las gracias. Hace yatiempo que, cuando conduce,
no se acostumbra a fumar, ni a mantener una conversación. Eso está bien,
pero no aquí y ahora, piensa añorando ambas situaciones. Aquí nos observan
y hay quedemostrar a los demás que sabe guardar la disciplina ¡el ejemplo!
Sonríe feliz suspirando.
El interior del autobús sólo es turbado por el zumbido de motores y alguna
conversación vana.Entrevé, detrás, la silueta del otro autobús, un compañero, que como él
debe estar harto de conducir. Le adelanta y se saludan con un discreto toque
de claxon. Luego se pierde con elpensamiento. El compañero tiene el mismo
aspecto anticuado de siempre, el mismo bigote rojizo con las guías retorcidas
que se estilaban en 1.900; un acento que parece salirle de la nariz; los mismoslabios que despega al pronunciar, como si estuviese en un salón antiguo,
celebrando una fiesta de protocolo; las mismas mejillas que se congestionan
como las de un bebé cuando alza la voz; ¡yencima, llueva o haga viento,
siempre está contento! – pronuncia las tres últimas palabras para asegurar la
musicalidad de la frase y sonríe.
Frunce el entrecejo, el compañero se ha puesto...
Regístrate para leer el documento completo.