Conejo
Por Marta Mutti
Abelardo Castillo recorre la arista ríspida de los sentimientos desde una narrativa que deja al descubierto los aspectos más crueles y oscuros. Ciertoes, que las líneas por donde corren las historias, responden a un gran manejo de la estructuras semánticas y de estilo. Existe en sus textos una precisión casi absoluta. Un rigor matemático, que a vecessofoca y nos deja perplejos frente al producto final: sorprendente, extraño, revelador. Trabajo que tiene como eje central a la evolución de los personajes (hasta su encarnadura), la funcióndefinitoria de la digresión en la trama y el escenario donde se cumple; esta casi ceremonia.
Una muestra de ello lo podemos constatar en el presente cuento: Conejo.
El centro de la historia gira sobre elmomento en que se deja atrás la niñez, siendo todavía; un niño. Parado en los tiempos de los años de la inocencia, el protagonista tiene que enfrentarse a la finitud de un mundo construido desde elalcance de la propia mirada, con sus reglas de orden y juego. La burbuja brillante y protectora ha roto sus membranas y el afuera llega a él con sus ruidos, olores, y pasiones. Ya no puede dejar de ver elmundo de los adultos.
La pérdida de la inocencia no es otra cosa que la toma de conciencia de otros estados del ser, los propios, y de aquellos que nos acompañan, involucrándonos o no. Entonces lascosas no son como nos dijeron. La madre y el padre, tienen otros espacios en sus vidas esperando por ellos y en los que el niño queda fuera. Y ese nuevo orden - lugar - situación al que el niño deberáingresar gradualmente y mediante el proceso de la abstracción, lo sumerge en un terreno cenagoso.
Ya no hay tierra firme debajo de los pies, El mundo se ha dado vuelta del revés y hay que ajustarsea sus hilos desmadejados, a sus colores raídos, y al caos de los cambios. Entonces el niño personaje, y el personaje niño, tiene que cargar en su morral: mentiras, manipulación, frustración,...
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