Conferencia de Etcheverry sobre querencia
INTRODUCCIÓN
Querencia: sustantivo
Léxico giro técnico del castizo de J. Ruíz 1330-43 (Libro de buen amor), en 1632 en la Gerarda -catedrática de amor- de Lope (La Dorotea) con igual sentido que nuestro rural actual.
Edición deAmorrortu de cartas, 1994
Ruptura de la adhesión al uso de un significante como si fuera un signo que por definición sólo tiene acoplado un único significado.
Tarea quijotesca de un traductor. Corominas nos recuerda querencia en el Quijote. ¡Cosas veredes Sancho! Etcheverry responde en un momento histórico muy preciso a la orientación fundamentalista de pretensiones hegemónicas decorporaciones y discursos de supuestos practicantes del psicoanálisis, al descubrirse en conflicto de identidad por el ejercicio de una praxis contradictoria con la médica, en el propio seno del mercado de valores de ésta última.
Fue por una técnica traducción al inglés, sobre todo de la Standard Ed. de J. Strachey que -según Bruno Bettelheim (Freud y el alma humana, Grijalbo, Bar., 1983)- eseproblema identificatorio adquiriera su más seria expresión al acartonar nada menos que el singular, literario y coloquial alemán escrito de Freud que precisamente por su estilo y gran cultura había sido premiado como tal en 1930 con un “Goethe”... de literatura.
El peligro de “traición” por traducción constituía uno de los factores más importantes de aquel riesgo.
El vocablocastellano querencia basta como buen ejemplo –como dijera Doris Hajer en su diálogo 1995 con Etcheverry en la Universidad- de lo que es un mayor giro hacia lo literario por oposición radical y búsqueda de un cierto equilibrio –agregaría- en relación a ese otro extremo opuesto del Instinct inglés que parece empujar al Trieb alemán del texto original de Freud hacia lo médico -por esa tan duraintermediación de lo terminológico bio-genético. El traductor, más allá de lo que se ha animado a confesar, ha intentado con su nueva versión de las Obras de Freud y con la de las Cartas a Fliess y sus referidos osados detalles, apuntar también hacia reparar distorsiones de sentido del traslado al Inglés y en especial el de la Standard.
Es pues nada menos que a nivel de la identidad del discursopsicoanalítico que incide la obra de Etcheverry. Y esto implica la cultura de nuestro tiempo desde la manera en que lo simbólico trabaja sobre lo imaginario para desenmascarar el síntoma identitario que por forclusión retorna en lo real de esa cadencia monótona que uniformiza enunciados, enunciaciones y enunciantes. Estos últimos –en la línea de lo que ya ha dicho sobre ello Germán García (“Elpsicoanalista y sus síntomas”, Eol-Paidós, B.Aires, 1998)- pasan a parecerse todos entre sí como prolijamente recortados.
El problema, a mi entender, radica en que una postura extrema en el sentido de la abstinencia juega el papel de sustituto de la atención flotante y ello produce un corrimiento de lo propio del hablar-escuchar hacia el actuar en el sentido delagieren y entonces la repeticiónen lugar de abrir el camino de los fonemas se encuentra en su cierre por la acción teórica. El hecho es que lo único que tenemos para trabajar son las palabras y las tenemos que cuidar en el sentido de promover su mejor emerger. Y para esto el juego de la abstinencia no colabora en forma directa o isomorfa porque sólo es catapultada allí desde la teoría como en forma de salto artificial quetransfiere una omnipotencia inhibidora de la asociación libre y no como lo hace la “atención flotante” que en cambio sí es específica como par de la misma pues al no tener una otra finalidad teórico-especulativa como aquélla, sólo le resta la propia práctica de favorecerla. Aquí coincidíamos con lo del “-schweben-“ que señalaba Etcheverry porque es práctica que en su propio ejercicio no puede...
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