Confidencial
Tengo 35 años, casada desde hace 11 años con Diego, tenemos dos hijitas de 8 y 5 años. En el mes de marzo pasado (escribo esto en setiembre) descubrí que el muy descarado tenía relaciones con, por lo menos, otra mujer.
¡Ahh!Antes de seguir con el relato, mi nombre es Mariana. No puede decirse que soy hermosa, mi rostro deja algo que desear en compensación, soy alta, piernas largas, buena delantera, cintura reducida, popa redondita. Por la calle, los hombres suelen darse vuelta al cruzarse conmigo.
¡Me quise morir al enterarme de la novedad!! Pero más que la afrenta pudo mi amor propio: no hice ninguna escena. Laprocesión iba por dentro y, como la de Semana sSnta, pasó por distintas “estaciones”: dolor, rabia, humillación, angustia, inseguridad, culminó en revancha.
Desquite, justicia retributiva, decidí que se imponía un castigo que se identificaba con la falta cometida, la Ley del Talión.
Trabajo de analista de sistemas y mi jefe Carlos es un hombre maduro, cumplió 61 en julio (lo sé con certezaporque en una oportunidad me pidió que le hiciese una fotocopia de su documento de identidad). Es alto, buen físico, canoso, dinámico, agradable, simpático y extremadamente gentil con todos los que tratan con él. Casado con tres hijos.
Trabajamos juntos desde unos cinco años atrás y, a partir de un tiempo a esta parte, estando a solas, mantenemos conversaciones extra laborales sobre actualidad,creencias, vivencias privadas. No faltaron sondeos, cautelosos pero evidentes, de él sobre mi predisposición a “ampliar” nuestra relación. A pesar de la diferencia de edades, de mis ideas morales y éticas a las que estaba fuertemente adherida y mi convicción de que “donde se come no se c…” me halagaba su pretensión. Sin embargo, mis réplicas habían sido siempre afables pero de firme rechazo.Tomada la decisión de desquitarme, no tuve que esperar mucho para que Carlos reiterase su proposición, deshonesta:
-¿Me acompañas a tomar un café, afuera de estas cuatro paredes?
- Sí, cómo no – le respondí, expectante, intuyendo lo que iba a venir.
En el bar nos pusimos a charlar de temas triviales para luego pasar a la familia, los hijos, la relación con la pareja. Ahí, deslicé, sin revelarmemi encono ni su origen, que la relación con mi marido, si bien era buena, distaba de ser plena, ideal. “Más claro sólo echándole agua” que estaba dispuesta a algo más.
Rápido de reflejos, dedujo que me faltaba contención y sexo (y no estaba equivocado ya que si bien no le corté “los víveres” a Diego se lo mezquiné bastante, con largos períodos de piernas cruzadas).
Me propuso pasar a laacción.
Por supuesto no me regalé; pasé del tajante “NO” acostumbrado a un “déjamelo pensar”. Al día siguiente, con otro nuevo café, fue un “…nos vamos a complicar”, después “…suponiendo que….no veo de dónde vamos a sacar tiempo…”.
- Esta tarde, ya que no tenemos nada que no podamos hacer otro día ¿qué te parece si te muestro un lugarcito genial, es original y bonito?
- ¿Qué lugar es ése?
-Uno con cuartos con múltiples desniveles y decoración cálida. Te va a gustar.
- ¿No sé si…?
Con su mano derecha sobre el pecho, a modo de juramento:
- Dale, vamos, sólo va a suceder lo que vos quieras que suceda.
Fuimos caminando. El hotel dista 600 metros de nuestro lugar de trabajo.
Hasta ese día no conocía muchos hoteles para parejas. Debo reconocer que verdaderamente el cuarto eramuy raro, distribuidos en tres niveles distintos vinculados por tres o cuatro peldaños de madera dura lustrada: la cama, un diván, una silla y el televisor LCD en uno, doble pileta lavamanos en otro y la ducha, rodeada por tabiques circulares, de ladrillos de vidrio en el restante.
Una vez en él, olvidé rápidamente que había ido ahí por despecho, más que por “calentura”. Carlos no perdió...
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