Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce

Páginas: 144 (35983 palabras) Publicado: 15 de diciembre de 2014













Consejos de un discípulo de Morrison
a un fanático de Joyce





Roberto Bolaño
Antoni García Porta








Premio Ámbito Literario de Narrativa 1984



1984













Este es el fin / Hermoso amigo
Este es el fin / Mi único amigo
El fin de nuestros planes elaborados
El fin de todo lo que crece
El fin / Sin seguridad nisorpresa

Jim Morrison



I

Ana, su estrategia









La muy puta conducía a toda velocidad. Habíamos tenido mucha suerte y no era necesario ir tan aprisa. La policía estaba atenta a los movimientos de los atracadores del banco Hispano Americano y quizás aún no sabía nada del asesinato de la vieja. Era posible que en ese preciso momento dieran comienzo a lo que Similiano llamaba odebería haber llamado las diligencias oportunas. Nos besamos casi sin mirar al frente. Ana Ríos Ricardi, sudamericana, veintidós años, pelo corto, había elegido el camino, en realidad el atajo, y yo parecía encantado, fijo en el asiento del copiloto, apenas con la entereza necesaria para intentar contar los árboles que corrían en sentido inverso. Encantado era la palabra justa. Con esos árboles, medije, fabricarán naves similares a las que acabo de quemar. La dulzura del pensamiento tópico me reconfortó. Luego Ana movió los labios, dijo algo que no entendí, giró para iniciar el regreso a la ciudad a través de un suburbio obrero; estaba atardeciendo. Comprendí que me había arruinado y eso ya era un éxito.

Todo había comenzado un par de años atrás. Nos conocimos en un club, un domingo porla noche. En esa época yo tocaba el bajo en un conjunto de música tropical y ganaba algún dinero haciendo los bolos. Creo que ella ya trabajaba con la vieja, aunque no puedo asegurarlo. Uno del grupo, otro sudamericano, nos presentó y al cabo de una semana estábamos instalados en el pequeño piso que por aquel entonces tenía en Horta. Por algún tiempo fue una buena ama de casa –algo que leagradeceré mientras viva– pero pronto nos olvidamos de eso. Me acostumbró, pese a mi gastritis, a comer comidas picantes que luego yo mismo preparaba. Se hizo necesaria y cuando me echaron del único trabajo serio y duradero que he tenido en mi vida –PRACCSA, buena para todo, nuestro principal sostén– me di cuenta que estaba enamorado y que, contra todo pronóstico, ella también parecía sentir lo mismo oalgo parecido por mí.

A partir de entonces preferiría creer que las escenas son borrosas, musicales y no literarias, aunque sabe Dios cómo. Me quedé sin trabajo. Ana se quedó sin trabajo o tal vez por esos días comenzó a trabajar con la vieja, nos cambiamos de piso un par de veces, hubo un aborto seguido de una breve separación, recalamos en una casa de huéspedes en donde se nos unió su madrerecién llegada de América, mi vocación de novelista floreció una vez más como la mala yerba.

Por ese entonces yo lloraba todas las noches, sin dramatizar y sin motivos. Me pasaba casi todo el día en la pensión jugando canasta con su madre o salía a pasear por los alrededores del zoológico. A veces buscaba trabajo, no demasiado en serio, aunque sólo había solicitudes para vendedores y yo no daba latalla. Casi sin querer, empujado por las constantes ausencias de Ana, tal vez por el desempleo, retomé una historia, cuento largo o novela corta, siempre inconclusa: Cant de Dédalus anunciant fi.

Debo advertir, puesto que será una constante en esta historia, que hubo un tiempo en que quería ser escritor, en que me encerraba en el único cuarto tranquilo de casa de mis padres o me iba a losbares con terraza de las Ramblas a emborronar cuartillas diciéndome que era más joven que fulanito cuando fulanito había empezado y que no debía desesperar, que sólo resistiendo lo conseguiría, como si fueran quince rounds o algo parecido. Debo advertir, asimismo, que ahora tengo 29 años y que a los 26 ya era un veterano de la resistencia y de la paciencia, con varias novelas a medio escribir,...
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