Contabilidad

Miguel Terrea

CUENTA

DE

PASIVO

\L agua brotaba del caño de plom^o en un hilo grueso, a borbotones bruscos y desiguales. Pero hacía un rumor de manantial silvestre que corretea en libertad. Un niño de pocos años se acercó cauteloso a la fuente, miró a su alrededor con aire circunspecto y, al saberse impune, s& asió al borde de la taza con la mano derecha y con la izquierda tentó elchorro descendente, como tratando de hurgar -en la maraña de rizos de una larga cabellera. Abandonado a la delicia de la escurridiza frescura de perlas del agua, se entretuvo durante unos instantes palpando el líquido fluyente, echada en el ovido la amenaza de una inesparada aparición del guarda del parque. De repente, al alzar la vista en dirección al sendero que conducía a la fuente, el niñodistinguió por entre la enramada baja la vistosa escarapela prendida en la copa del enroso sombrero del guarda que avanzaba rauda, decididamente hacia allí, y su último atrevimiento antes de emprender la huida, fue palmotear el ras del agua estancada en un quimérico intento de deshacer el dibujo rodante de las ondas... ...Mientras espero a que me avisen cuando llegue mi turno —les toca a otros cuatroantes que a mí, se ve que menudean los conflictos— para entrar en el despacho del asesor jurídico laboral a exponerle mi caso, creo que me conviene ordenar las ideas. Si, digo bien: poner en orden mis pensamientos, racionalizar €!l asunto, desdramatizarlo, evitar el punto de vista subjetivo. Al fin y al cabo, de los mismos hechos se desprenderán, supongo

E

Al

yo, conclusiones evidentes,algunas de las cuales podrán jugar a mi favor y algunas otras, para qué voy a engañarme, me perjudicarán, es obvio. Sé positivamente que tal como han sucedido las cosas lo más que se me podría otorgar sería, en prirruer lugar, una indemnización económica "satisfactoria" y, en todo caso, además, aunque será poco probable que así se acuerde, algo parecido a la posibilidad de resarcirme públicamente,aún no logro imaginar cómo, a fin de salvaguardar mi futura reputación profesional. Despedido anteayer, a los diez meses de encontrar trabajo por primera vez en mi vida, después de un año de paro forzoso una vez acabados mis estudios de doctorado en Económicas, soltero, asi pues sin cargas familiares onerosas, joven, demasiado joven frente a individuos que ya no lo son y que por eso mismo se arroganel derecho de imponer la ley del más viejo, la del que ha llegado antes al mundo, y que, según observo, se confunde a veces con la ley del más fuerte, en el fondo he venido hoy aquí, bien claro lo tengo, sólo con el propósito de ejercer mi derecho al pataleo, la réplica habitual de los que se saben derrotados de antemano, la única complacencia que la justicia depara a los protagonistas de loscasos perdidos. Así que lo mejor será que se lo refiera todo al abogado desde el principio, es decir, desde el mom\ento en que penetré, devorado por los nervios, en el lóbrego vestíbulo de entrada a la fábrica dispuesto a asistir a la reunión inaugural del comité de empresa del pasado ^ejercicio económico en mi condición de asesor contable adjunto a la división de extranjero. Al entrar, elpresidente, Miguel Ángel Primo, vino hacía mí, abandonando por unos instantes el reducido círculo de consejeros contertulios con quienes departía cerca de la escalera principal. Desde allí, vueltos sus ojos hacia nosotros dos, todos ellos, sin excepción, estuvieron escrutándome insistentemente, con intensísima curiosidad. Lo mismo hicieron algunos de sus otros compañeros, que también estaban charlando entresí de pie, diseminados en animados y gesticulantes grupúsculos o displicentemente arrellanados en los negros sillones y los negros sofás de los dos opulentos tresillos de añejo cuero que se hallaban situados uno frente al otro en los ángulos de la am/plia antesala contigua a la portería. Ingrávida, suspendida a media altura en el espeso cafe encerrado que se respiraba en el opresivo recinto de...