Conti Haroldo

Páginas: 471 (117731 palabras) Publicado: 28 de agosto de 2011
HAROLDO CONTI
Cuentos Completos

© Emecé Editores S.A., 1994
Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina
Segunda edición aumentada
I.S.B.N.: 950-04-1583-6
11.291

 

Nota del editor

Este volumen contiene los cuentos de Haroldo Conti ordenados cronológicamente, tal como aparecieron en los libros Todos los veranos (1964), Con otra gente (1967) y La balada del álamo Carolina (1975) yen diversas revistas de nuestro país y del exterior. Los cuentos que aparecen en más de un libro han sido publicados aquí de acuerdo con la última edición. Los aparecidos en revistas son los siguientes: "Marcado", Baires, verano 1963/64, Buenos Aires; "Con gringo", Casa de las Américas, N° 71, 1972, La Habana; "La espera", Revista Latinoamericana, N° 1, 1972, Buenos Aires; "A la diestra", publicadoen forma póstuma en Casa de las Américas, N° 107, 1978, La Habana.
En esta segunda edición se agrega "Rosas de picardía", cuento de juventud, publicado en Crisis, N° 50, enero 1987.

Marcado

A Einion Jones, que un día volverá del mar.

Fue en el 58, un poco antes de la Gran Creciente.
El Clara Donadel bajaba de los Pozos del Barca Grande y entonces lo vieron en medio del ríoamarrado a una de las boyas del Canal de las Palmas. A esa misma altura, en el 24, se habían hundido el Maca y el 7 Hermanos.
El río es memoria.
El Gallo Britos, que es mucho más viejo de lo que aparenta, aunque en realidad no aparenta ninguna edad de hombre y puede ser tan viejo como el mundo, recordaba el día o por lo menos el tiempo. Mayo del 58. La Creciente fue en julio. El 28de julio, exactamente. La fecha y la marca están en mitad del mostrador del almacén del vasco Ibargoyen, en el Pantanoso, donde todavía queda el surtidor de Energina, medio tumbado, que de lejos parece el propio vasco haciendo señas a la lancha almacenera.
Lo vieron ahí de golpe, como si hubiese brotado del agua, despegándose en un zas del borde neblinoso de la costa que estaba todavía aotro tanto de camino. Porque se encontraban muy cerca cuando verdaderamente repararon en él, blanco y leve, meciéndose sobre el río atardecido como un pájaro contra cielo plomizo de Buenos Aires.
—No conozco ese barco —dijo el viejo Caligari al cabo de un rato, frotándose aquellos grasientos bigotes que le cruzaban la cara como la cruceta de un palo Marconi—. ¿Y vos, Britos?
El Gallo seencogió de hombros. Si no lo conocía el viejo no lo conocía nadie.
El viejo tenía un modo de hablar fuerte y pausado, como si tratara de disipar aquella ancha soledad con esos sonidos tan espaciados que resumían unas cuantas ideas. Eso era cada frase del viejo, un resumen definitivo de algo que había pensado un buen rato en la timonera. Al Gallo le gustaba escucharlo porque era comoescuchar al río, sobre todo cuando se sobaba el bigote y hacía buchecitos de ginebra en el bar Los Gallegos, al lado del Puerto de Frutas y el tiempo se confundía con el viejo.
Ahora estaba observando al hombre desde la tapa del tambucho mientras volvía a sobarse los bigotes.
El tipo, de pie en la proa con un cabo guía en la mano, tenía un rostro redondo y enrojecido, salpicado por unabarba de dos o tres días. Calzaba una boina negra y una faja de lana y un par de botas de goma, de manera que más bien parecía un lechero.
—No es textual —dijo el viejo, que a veces largaba frases de letrado, un poco incomprensibles.
El Gallo se encogió de hombros. Tampoco lo conocía.
Seguramente hacía un buen rato que los estaba viendo, desde que viraron del Canal Principal y,un poco antes de la boya ciega entraron a los Pozos del Barca. Primero la figura vacilante del Clara que asoma como una cresta y se empina en el horizonte a los empujoncitos. Y después los golpes del motor que rebotan en la distancia, un poco delante o un poco detrás de la figura.
Ahora los seguía mirando sin mover un dedo, recostado contra el palo como un compadrito, con una pierna...
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