Copas sentenciosas

Todavía, la extraño y recuerdo la primera vez que la vi, ese día fresco de enero de 1986, sólo tenía dieciocho años, y ella era un mes menor que yo. Estaba claro que sus padres nunca me aceptarían.Su madre, una gran cantautora; su padre, el mejor comediante de todo el país, y yo, un chico de barrio que estudiaba y tenía un trabajo temporal por las tardes.
Al principio sólo la veía en clase.Pero al cabo de un par de meses, me acerqué a ella, y conversamos unos minutos. Su perfume, ¡cómo olvidarlo! Y ese vestido blanco, con flores, su sonrisa perfecta. Un par de días después, la vi en lacalle. Recuerdo que en aquel tiempo entrenaba basketball. Hablamos unos minutos, la observaba, y despierto soñaba besar esos labios finos, peinar ese cabello moreno y decirle que para mí era perfecta.Siempre que se podía, hablamos, hasta que después de unos meses, logré conquistarla. Sentía tener todo en la vida, no quería nada más. Estaba muy feliz por salir con la mejor chica del mundo. Como yalo había supuesto, sus padres no me aceptaron. Les interesaba sólo su felicidad, no la de su hija, que lloraba todo el día por sus actitudes incomprensibles. Igual seguí intentado, no me importabamucho que me cerraran la puerta en la cara.
En el colegio, un día que la vi desesperada, le juré no nos separarían. Enfrenté a su padre, le dije que nada en el mundo cambiaría lo que sentía por su hija,que ni él ni
nadie podrían matar ese sentimiento tan noble y profundo que nos envolvía. El me escuchó, luego, con una indiferencia penosa por mis palabras, me dijo: “No eres lo que quiero para mihija”. Solamente podría verla en el colegio y algunos días por las tardes, ese alejamiento nos secaba el alma.
Con el tiempo, su familia me fue aceptando. Éramos jóvenes, nos sentíamos plenos…y nosdejamos llevar… El resultado de aquella vorágine que nos potenciaba, fue que, a los pocos meses, ella quedase embarazada.
Me asusté, para qué negarlo, que nunca había sido una persona responsable,...