Copi

Páginas: 129 (32092 palabras) Publicado: 1 de julio de 2015
Esta versión de Copi La guerra de los putos apareció en la Revista Digital El Interpretador Nº 30 Marzo de 2007. Trad. Margarita Martínez


1.- Las escaleras de la Rue André-Antoine

Hablaba con un acento que me pareció al comienzo norteamericano, después español. Su madre me la presentó como Conceiçao do Mundo. Comprendí enseguida que no era una travesti como las demás.
Su madre la ayudó asacarse una capa de plumas de pavo real que le llegaba hasta los tobillos. Su madre era al mismo tiempo su chofer; volvió a salir con la capa para estacionar el auto. Conceiçao avanzó desnuda, en tacos aguja. Nunca había visto una mujer tan hermosa, aparte de que era un hombre. Poseía una cabellera roja llameante que caía sobre sus ojos de ágata, y la piel mate de las mujeres caribes sobre una narizapenas negroide. Su boca era carnosa, con labios pintados de naranja; tenía los ojos maquillados a la manera de las negras del sur de los Estados Unidos, con diferentes polvos fluorescentes. Era imberbe. Sus senos eran puntiagudos y firmes. Bronceada, no conservaba ninguna huella del traje de baño. Entre su pelvis tupida y sus piernas divinas pendía la más maravillosa pija del mundo. Tenía lamedida de un antebrazo y el grosor del puño cerrado de un niño de doce años. Después de haberse sacado muy pausadamente un largo guante de satén negro, me tendió la mano, que besé bastante intimidado.
–Es usted Pogo Bedroom? –me preguntó.
–Soy su amigo –respondí sonrojándome– se está preparando.
–Que se apure  –me dijo– no es mi único cliente Pogo Bedroom.
Saqué de mi bolsillo dos billetes dequinientos francos, la suma convenida. Ella no sabía dónde guardarlos, no tenía cartera. Los dobló en cuatro y se los puso en el interior de uno de sus zapatos. Se sentó en el sofá Chesterfield de mi biblioteca, con las piernas abiertas y comiéndose las uñas. Tocaron el timbre; atravesé el living para ir a abrir. Era su madre.
–Se olvidó el látigo en el auto –me dijo su madre– ¿Todavía no comenzó lasesión?
Me preguntaba si debía hacer pasar a la madre o decirle que esperara en el auto. Adivinó mis pensamientos.
–Voy a esperar en la cocina –dijo– me voy a hacer un café.
La precedí en el pasillo. Era una mujer bastante bella, de unos cuarenta años aunque parecía más joven, mestiza de indio o de negro; estaba vestida con un sari anaranjado y un turbante plateado. Le expliqué el funcionamiento de lavieja cafetera a presión que Pogo quería tanto. Me preguntó, riéndose: “¿Se hace meter la cafetera ardiendo en el culo?”. Me pareció chocante.
Pogo era masoquista desde hacía cierto tiempo, le agarraba una o dos veces por mes; conocíamos una red de travestis sádicos bastante simpáticos. En general no había ningún problema: a Pogo le daban latigazos con un cinturón y después lo sodomizaban. Luego yole pasaba mercurocromo en las nalgas y no hablábamos más del asunto. Esos seres eran feos y sin encanto, y rápidamente los olvidábamos. Pero esta vez yo estaba inquieto. Conceiçao do Mundo era la travesti más seductora que hubiera encontrado jamás. Y encima se presentaba con su madre.
Escuché un grito penetrante. Era la voz de Pogo. Me precipité en la biblioteca, Conceiçao estaba sentada ahorcajadas sobre Pogo; le había atado las manos detrás de la espalda y le quemaba los bigotes con un soplete que había sacado Dios sabe de dónde. Me precipité para arrancárselo; la madre me asestó un golpe de karate en la nuca. Me desplomé, atontado a medias, en el Chesterfield. El olor de los bigotes quemados me dio náuseas; ahora le quemaba los pelos del sexo. No se si esa pesadilla duró treintasegundos o tres minutos; recuerdo la risa demoníaca de la madre cuando Conceiçao do Mundo saltaba con sus tacos aguja sobre las costillas de Pogo desvanecido.
Antes de partir, la madre me dio un golpe con la fusta que me abrió la mejilla y la nariz. Corrí a desatar a Pogo. Tenía olor a cerdo asado, quemaduras bastante horribles de ver en los párpados y en los testículos y heridas de los tacos aguja...
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