CorazonTinta

Páginas: 14 (3357 palabras) Publicado: 9 de marzo de 2015
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CORAZÓN DE TINTA

CORNELIA FUNKE
Ilustraciones de la autora
Traducción del alemán de
Rosa Pilar Blanco

Las Tres Edades Ediciones Siruela

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Vino, vino.
Vino una palabra, vino,
a través de la noche vino,
deseando brillar, deseando brillar.
Ceniza.
Ceniza, ceniza.
Noche.
Paul Celan, «Stretto»

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UN EXTRAÑO EN LA NOCHE

La luna brillaba en el ojo del caballo balancín y en el ojo del
ratón cuando Tolly lo sacó de debajo de la almohada para contemplarlo. El reloj hacía tictac, y en medio del silencio él creyó
oír unos piececitos descalzos corriendo por el suelo, luego risas
contenidas y cuchicheos y un sonidocomo si estuvieran pasando
las páginas de un libro grande.
Lucy M. Boston, Los niños de Green Knowe

Aquella noche llovía. Era una lluvia fina, murmuradora.
Incluso años y años después, a Meggie le bastaba cerrar los
ojos para oír sus dedos diminutos tamborileando contra el
cristal. En algún lugar de la oscuridad ladraba un perro y
Meggie no podía conciliar el sueño, por más vueltas que
diera enla cama.
Guardaba debajo de la almohada el libro que había estado leyendo. La tapa presionaba su oreja, como si quisiera
volver a atraparla entre las páginas impresas.
–Vaya, seguro que es comodísimo tener una cosa tan angulosa y dura debajo de la cabeza –le dijo su padre la primera vez que descubrió un libro debajo de su almohada–.
Admítelo, por las noches te susurra su historia al oído.
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–A veces –contestó Meggie–. Pero sólo funciona con los
niños pequeños –como premio Mo le pellizcó la nariz.
Mo. Meggie siempre había llamado así a su padre.
Aquella noche –en la que tantas cosas comenzaron y
cambiaron para siempre– Meggie guardaba debajo de la almohada uno de sus libros predilectos, y cuando la lluvia le
impidó dormir, se incorporó, sedespabiló frotándose los
ojos y sacó el libro de debajo de la almohada. Cuando lo
abrió, las páginas susurraron prometedoras. Meggie opinaba que ese primer susurro sonaba distinto en cada libro, dependiendo de si sabía lo que le iba a relatar o no. Sin embargo, ahora lo fundamental era disponer de luz. En el
cajón de su mesilla de noche escondía una caja de cerillas.
Su padre le había prohibidoencender velas por la noche. El
fuego no le gustaba.
–El fuego devora los libros –decía siempre, pero al fin y
al cabo ella tenía doce años y era capaz de controlar un par
de velas.
A Meggie le gustaba leer a la luz de las velas. En el antepecho de la ventana tenía tres fanales y tres candeleros.
Cuando estaba aplicando la cerilla ardiendo a una de las
mechas negras, oyó pasos en el exterior.Asustada, apagó la
cerilla de un soplido –¡con qué precisión lo recordaba todavía muchos años después!–, se arrodilló ante la ventana mojada por la lluvia y miró hacia fuera. Entonces lo vio.
La oscuridad palidecía a causa de la lluvia y el extraño
era apenas una sombra. Sólo su rostro brillaba hacia Meggie
desde el exterior. El pelo se adhería a su frente mojada. La
lluvia chorreaba sobre él, pero no leprestaba atención. Permanecía inmóvil, los brazos cruzados contra el pecho, como
si de ese modo pretendiera entrar en calor. El desconocido
no apartaba la vista de su casa desde el otro lado.
«¡Tengo que despertar a Mo!», pensó Meggie. Pero se
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quedó sentada, con el corazón palpitante, los ojos clavados
en la noche, como si el extraño le hubieracontagiado su inmovilidad. De pronto, el desconocido giró la cabeza y a
Meggie le dio la impresión de que la miraba de hito en hito. Se deslizó fuera de la cama con tal celeridad que el libro
abierto cayó al suelo. Echó a correr descalza y salió al oscuro pasillo. En la vieja casa hacía fresco, a pesar de que estaba finalizando el mes de mayo.
En la habitación de su padre aún había luz. Él solía...
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