cosas de lengua

Páginas: 7 (1537 palabras) Publicado: 31 de agosto de 2014
Juan Bosch
En un bohío
      La mujer no se atrevía a pensar. Cuando creía oír pisadas de bestias se lanzaba a la puerta, con los ojos ansiosos; después volvía al cuarto y se quedaba allí un rato largo, sumida en una especie de letargo.
      El bohío era una miseria. Ya estaba negro de tan viejo, y aden­tro se vivía entre tierra y hollín. Se volvería inhabitable desde que empezaran laslluvias; ella lo sabía, y sabía también que no podía dejarlo, porque fuera de esa choza no tenía una yagua donde am­pararse.
      Otra vez rumor de voces. Corrió a la puerta, temerosa de que nadie pasara. Esperó un rato; esperó más, un poco más: ¡nada! Sólo el camino amarillo y pedregoso. Era el viento, ahí enfrente; el condenado viento de la loma, que hacía gemir los pinos de la subida y los pomaresde abajo; o tal vez el río, que corría en el fondo del precipicio, detrás del bohío.
      Uno de los enfermitos llamó, y ella entró a verlo, deshecha, con ganas de llorar, pero sin lágrimas para hacerlo.
      —Mama, ¿no era taita? ¿No era taita, mama?
      Ella no se atrevía a contestar. Tocaba la frente del niño y la sentía arder.
      —¿No era taita, mama?
      —No —negó—. Tu taitaviene después.
      El niño cerró los ojos y se puso de lado. Aún en la oscuridad del aposento se le veía la piel lívida.
      —Yo lo vide, mama. Taba ah í y me trujo un pantalón nuevo...
      La mujer no podía seguir oyendo. Iba a derrumbarse, como los troncos viejos que se pudren por dentro y caen un día, de golpe. Era el delirio de la fiebre lo que hacía hablar así a su hijo, y ella notenía con qué comprarle una medicina.
      El niño pareció dormitar y la madre se levantó para ver al otro. Lo halló tranquilo. Era huesos nada más y silbaba al respirar, pero no se movía ni se quejaba; sólo la miraba con sus grandes ojos serenos. Desde que nació había sido callado.
      El cuartucho hedía a tela podrida. La madre —flaca, con las sienes hundidas, un paño sucio en la cabeza y unviejo traje de lista­do— no podía apreciar ese olor, porque se hallaba acostumbrada, pero algo le decía que sus hijos no podrían curarse en tal lugar. Pensaba que cuando su marido volviera, si era que algún día salía de la cárcel, hallaría sólo cruces sembradas frente a los horcones del bohío, y de éste, ni tablas ni techo. Sin comprender por qué, se ponía en el lugar de Teo, y sufría.
      Ledolía imaginar que Teo llegara y nadie saliera a recibirlo. Cuando él estuvo en el bohío por última vez —justamente dos días antes de entregarse— todavía el pequeño conuco se veía limpio, y el maíz, los frijoles y el tabaco se agitaban a la brisa de la loma. Pero Teo se entregó, porque le dijeron que podía probar la propia defensa y que no duraría en la cárcel; ella no pudo seguir trabajan­do porqueenfermó, y los muchachos —la hembrita y los dos niños—, tan pequeños, no pudieron mantener limpio el conuco ni ira¡ monte para tumbar los palos que se necesitaban para arreglar los lienzos de palizada que se pudrían. Después llegó el temporal, aquel condenado temporal, y el agua estuvo cayendo, cayendo, cayendo día y noche, sin sosiego alguno, una semana, dos, tres, hasta que los torrentes de­jaronsólo piedras y barro en el camino y se llevaron pedazos enteros de la palizada y llenaron el conuco de guijarros y el piso de tierra del bohío crió lamas y las yaguas empezaron a pudrirse.
      Pero mejor era no recordar esas cosas. Ahora esperaba. Había mandado a la hembrita a Naranjal, allá abajo, a una hora de camino; la había mandado con media docena de huevos que pudo recoger en nidales delmonte para que los cambiara por arroz y sal. La niña había salido temprano y no volvía. Y la madre ojeba el camino, llena de ansiedad.
      Sintió pisadas. Esta vez no se engañaba: alguien, montando caballo, se acercaba. Salió al alero del bohío con los músculos del cuello tensos y los ojos duros. Sentía que le faltaba el aire. Miró hacia la subida. Sentía que le faltaba el aire, lo que le...
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