cosas y cosotas
Neuenschwander llevó a cabo varias expediciones riesgosas, durante las cuales tuvo la oportunidad de descubrir y documentar la fortaleza de Hualla y el “camino de piedra”, un dificil senderoque se desanuda en la divisoria entre la cuenca del Río Urubamba y la del Madre de Dios, construido probablemente por antiguos pueblos mucho antes de los Incas.
Luego, pudo utilizar varios helicópteros de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), con los que pudo observar desde lo alto la meseta de Pantiacolla, legendario altiplano que él señaló como el lugar donde se encontraría la mítica ciudadela.
Comolas dificultades para llegar al altiplano de Pantiacolla pasando por el “recorrido andino” del camino de piedra eran casi insuperables debido a la extensión de aquella remota zona, al clima demasiado frío, constantemente húmedo y totalmente impredecible, a la niebla persistente y a la posibilidad de encontrar indígenas peligrosos, Neuenschwander pensó que sería posible llegar a la misteriosameseta remontando algunos afluentes del Río Alto Madre de Dios, como el Nistron o el Palotoa.
Ya desde 1957, a Neuenschwander le habían informado de la presencia de misteriosos petroglifos situados en el Río Porotoa (los bellísimos petroglifos de Pusharo, descubiertos en 1921 por el Padre Vicente de Cenitagoya). Neuenschwander se interesó cada vez más en la posibilidad de explorar los valles de selvaalta de los ríos Nistron y Palotoa, lugares que había explorado desde lo alto varias veces con un helicóptero de la FAP.
En 1969, Neuenschwander conoció a Aristides Muñiz, quien le contó una interesante historia sobre algunos extraños montículos o “pirámides”, llamadas Paratoari, situadas cerca al Río Palotoa, donde vivían grupos de Matsiguenkas.
He aquí el relato original de la leyenda de laspirámides de Paratoari (llamadas también Pirámides de Pantiacolla), extraído del libro de Carlos Neuenschwander Paititi en la bruma de la historia (1983):
Cuando vivía en Paucartambo, un día llegó a mi casa un viejo flaco, pálido y andrajoso que me ofreció en venta un montón de anillos y colgandijos de un metal blanco amarillento que yo no conocía. Parecía estar muy enfermo. Estaba sudoroso ytosía constantemente. Llevaba una bolsita de esas baratijas y quería venderlas para ir al Cusco a hacerse curar. Como yo no sabía qué valor tenían las piezas que me ofrecía, no se las compré. Pero, en cambio, le proporcioné dos libras y además le di alojamiento y ordené que le sirvieran comida, pues me daba pena verlo tan débil y agotado. Como no tenía en qué trasladarse porque en esos tiempos no habíamovilidad como ahora, permaneció en mi casa por dos días más. No hablaba con nadie y no dijo de dónde venía, hasta que la última noche antes de irse, se me acercó y, sin que yo le preguntara nada, me dijo que me estaba muy agradecido por la ayuda que le había brindado. Quizá -añadió tristemente- nunca pueda pagarle y tal vez muera en el hospital; por eso, en gratitud, deseo comunicarle algo queno debe quedar ignorado. Me llamo Dionisio Vargas y soy minero. En este oficio he pasado toda mi vida recorriendo casi todo el territorio del Perú.
Fui a parar al valle del Alto Urubamba y me instalé en Coriveni, donde conocí a un mestizo entre cholo y machiganga con el que me asocié para explorar los ríos que desembocan en el Urubamba, desde Palma Real al Pongo de Mainique. El mestizo era muy...
Regístrate para leer el documento completo.