Cr Nica Funeraria
Al tío, cinco veces tu edad, tres veces tu cuerpo; ya no le importa mirarte largo a los ojos y detenerse en tu boca.
Apareciste ante mí entre esta pirámide de cuerpos demasiado horizontal y pálida para mis recuerdos. Tu pelo estalla en el raso almidonado y mis manos maquillando tu cara, las pupilas hundidas. Rozar tus labios aún tibios fue revivir los cordones desatados detus zapatos, las rodillas cubiertas de costras, los codos teñidos de pasto. Comencé a anudarme con más gracia la corbata. En esos días cruzabas la calle esquivándome, alborotada con tus amigas, con el pelo azotándote los hombros. Entonces mis caricias multiplicadas detrás de las puertas, en el reverso de las ropas, sobre la piel.
No existe una esquina que sostenga un nuevo encuentro. No volvímirarte dormir contra mí después que tu pequeño cuerpo se entregara a mis búsquedas. Los vecinos comenzaron a sospechar de nuestros largos paseos. Te acuerdas, en las tardes, el cuartito que nos prestaba mi amigo el vigilante. En las noches, el parque lleno de sombras, la carne fría, la tierra entre las ropas. Siempre llegabas dispuesta a romper conmigo, con tantas dudas, hablándome de la culpa. Yote consolaba y prometía quererte como a una sobrina, una amiga. En eso apoyabas tu cabeza en mi pecho, y todo comenzaba de nuevo. Después me insultabas, y me tirabas cualquier objeto a mano.
Ahora, la luz amarilla de las velas condensa tus facciones perfectas, y un grueso cristal enmarca el encuentro final. Te hablo sobre mis incesantes búsquedas, te prometo que no hubo olvido ni traición, sólocansancio. Poso mi mano en tu cadera, tu vestido es una mancha oscura sobre este satín blanco. Despejo las telarañas que te han trepado. Me acerco a ti con mi aliento enmohecido a vino. Sacudo tu cuerpo y sólo consigo que una mecha de pelo te cubra la cara, que se desarregle la camisa de dormir y se asome un pecho, y un pezón violáceo igual que tu mirada, que tus labios. Se entibia la tela deluniforme de mi ruin oficio y tú continuas con la misma distancia de ese entonces cuando yo te espiaba torpe con las costuras estrechas de mi pantalón senil; para que, a lo más, te despidieras ofreciéndome un vistazo coqueto por encima del hombro. Aunque después todo cambió y tuvimos tantos encuentros tiernos siempre resistiendo el límite pactado, que era la promesa para cuando cumplieras quince años.Pero un día te arrancaron de cuajo del barrio, te enviaron a otra ciudad, nunca pude conseguir tus datos, me amenazaron si no desaparecía.
Peino cada hebra de tu cabello con un cepillo de cerda, luego con mis dedos; sólo me quedan estas manos torpes sobándote la cabeza. No identifico tus gestos cansados, ni el más fatigado de todos alineado en tus párpados desbordantes de sueños. Tú ya no mereconoces, por la arruga transversal en la sien o por las canas que llegaron en abundancia. Vuelves a mí disfrazada de niña. Por qué he tenido que sobrevivirte, por qué te has apagado antes que yo. Mi memoria se sostiene sobre cuatro palitos de fósforo. Poco a poco he ido olvidando mi nombre. Sólo Cabrera; para estos compañeros de oficio, para la dueña de la pensión donde vivo, para el gato en lapandereta que me mira cansado todas las mañanas.
La muerte habita este lugar, replegada en las húmedas paredes. Pero estoy tan acostumbrado que nada me detiene, y salto inmenso sobre ti; mi rodilla filuda se abre paso entre tus piernas, mis manos se sumergen en tus pliegues. Es inevitable sentir las carnes resquebrajadas. Tengo que cumplir la promesa pendiente. Si mis cálculos no fallan hace unpar de años que cumpliste quince. Quiero creer que es la primera vez. Tú sabes a qué me refiero. Pienso en el designio de este pacto de madera cuando sólo es mi humedad la que evapora tu vientre. Mi cabeza hundida en las tablas, en las coronas de flores; tu mano abandonada en un borde, la mía enterrada en tus costillas. Permaneces inmutable, lejana, como una muñeca de trapo zurcida. Toda adentro,...
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