Crongratulations

Páginas: 8 (1792 palabras) Publicado: 12 de diciembre de 2012
EL dueño
Onel se quedó callado, mirándose los pies desnudos llenos de polvo de tanto haber andado. Quizá no pensaba en nada, pero miró los pies del hombre que le franqueaba la puerta. Es posible que todo fuera un sueño o un error para el hombre de la puerta, pero no para Onel:él simplemente regresaba a su casa, aquella donde había plantado en su infancia un pino, como un juego y no como de undesafío.
—A mí me la alquilaron —dijo el hombre—, sólo después pude comprarla. Tuve que vender todas las cosas que tenía y también las de mi mujer.
Onel sólo miraba los rincones de la casa casi desierta. Imposible saber lo que pensaba ni lo que le hacía recordar cada sombra, cada trozo de pared, ni la puerta, ni las ventanas que en ese momento estaban abiertas. 
—A mí me la alquilaron —volvió adecir el hombre. 
Onel se quedó mirando la puerta de madera con una ternura indescifrable: parecía que se le iban a caer los ojos. No lloraba. No había rencor en su mirada, sólo miraba, recordando quizá una imagen o un gesto de su madre. Tal vez le hubiese gustado ver a su padre entrando por la puerta, pero nada. Sólo escuchaba la voz de un desconocido que le estaba repitiendo la misma cosa desdeque entró.
—Tuve que vender mis cosas —dijo el hombre. 
Nada de lo que había le hacía recordar algo a Onel; sólo los muros, las ventanas y la puerta que no habían cambiado mucho. El rincón donde su padre se sentaba a leer el periódico estaba allí; sin embargo, él miraba un vacío inmenso, y en ese rincón parecía concentrarse la infinitud, el principio y el fin de todo. 
—No me regalaron nada—dijo el hombre.
Onel quería levantarse y también echarle una mirada a la cocina, a la huerta, allí donde había pasado gran parte de su infancia; subir al techo para ver si aún se veía todo lo que él veía antes, pero nada. Se quedó con la vista pegada en una fisura de una de las paredes; fisura que llegaba hasta el techo ennegrecido por el excremento que habían dejado las moscas. 
—Esta es mi casa—dijo el hombre. 
La ranura se había ensanchado un poco. El techo tal vez goteaba aún, como antes cuando llovía. Luego Onel cerró los ojos para intentar olvidar lo inolvidable. Quizás era preferible irse y no reclamar nada, tampoco volver a ver esos muros, ni la ranura que esta vez lo estaba viendo a él, como si quisiese devorarlo. La única resistencia de Onel era desviar la vista hacia otro punto,hacia un vacío absoluto de donde no rebotase nada. 
—Estas son mis cosas —dijo el hombre—, todo lo he comprado con el sudor de mi frente. He tenido que trabajar como una mula para tener todo esto.
Esa voz no llegaba a la conciencia de Onel. Tal vez ni siquiera se daba cuenta de la presencia de ese hombre que trataba de explicar su existencia. Se oía una voz, otra más lejana y más profunda, unavoz que pesadamente arrastraba el viento. A ratos Onel miraba sus manos como se mira las piedras, como se mira el polvo que nadie ha tenido el cuidado de limpiar, de tiempo en tiempo, de los muebles de una casa abandonada.
Estaba cayendo la tarde y todo se iba inundando de sombras apagadas, envejecidas, trashumantes. La mirada de Onel, sus ojos y sus manos parecían envejecer con la tarde. Sólo elhombre se quedaba pegado a su silla como si ya fuera un objeto más en ese ambiente irrefutable. A veces llegaba por la ventana abierta un ruido extraño de afuera. 
—Yo la he comprado —dijo el hombre con una voz de vidrio. 
Y Onel nada. Su mundo estaba allí, pero también en otra parte, en un lugar indefinido. Tal vez sólo era su mirada lo que realmente existía de él. Ni siquiera esa sombra pesadaparecía pertenecerle. Todo estaba allí, quieto y tumultuoso como un delirio inexplicable. No era el tiempo ni la sombra, tampoco el hombre que luchaba solitariamente; eran los muros, era la casa y también la memoria que lo mantenían como encerrado en un laberinto. 
—A mí no me dijeron nada —dijo el hombre—, sólo me alquilaron la casa, y la compré cuando reuní el dinero que me pedían por...
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