Cronica de isil

Siempre se podrá contar con un ciclo más.

Ingresar a una institución de estudios superiores resulta repaso y concentración; así mismo el mantenerse y culminar los estudios se convierte en toda unaodisea en donde son contados aquellos que logran llegar a la meta.

En la abrupta travesía de noches en vela, estrés y una que otra juerga, el alumno vive en la constante tensión de si podrá pasaro no el examen. En donde conseguir nota para aprobar todos los finales se vuelve el factor de su existencia.

No obstante, de estos caminos turbulentos conformados por los tres a cinco años de“eterna” carrera y de las sin fin de estrategias descubiertas, se encontrará un factor presencial y transcendental que logrará tanto el desarrollo, el alivio de aprobar como también el suicidio hipotéticoque resulta de la obtención de un cero.

“A cocachos aprendí, mi labor de colegial” frase entonada en la infancia y muy buena parte de la adolescencia; mas el transcurrir del tiempo lleva a saber que–en el “nuevo mundo”- del alumno naces sus propios frutos.

Frutos que llegan a ser orgullo para el profesor que siguió los pasos en el buscar y el encontrar del alumno. Profe que silenciosamentedesde las sombras va guiando y brindando lo mejor de si mismo para entrenar a aquella cabeza hueca que el destino sentó en una de las carpetas de su clase. Incauto que está listo para ser endulzado, opor el contrario torturado, con el mejor alimento a base de información.

Evocándose en los profesores del instituto San Ignacio de Loyola y los alumnos de ésta se podrá escuchar: “Un break de cincominutos no ma, profe”; “Ya pe´ profe, ayúdeme que sino la jalo” “¿Pasé? ¡Ala! ¡Pasé!”. Estas y muchas más son las expresiones que retumban los oídos de cada integrante del plantel isiliano.

Y essabido que cada alumno tiene su personalidad y resulta mundo aparte para cada maestro. Mundo que tras conocer puede agradar como causar dolores de cabeza que ni la misma aspirina logra suprimir....