CRONICA INDIGENA
Por fin el seco terreno sacia su sed.
Un pueblo que sobrevive a base de cultivos, venera como a un dios el líquido elemento que moja impredeciblemente el terruño local y que permitesoñar con una cosecha de maíz, frijol y café suficiente como para arrancarle otro año al calendario de la siempre amenazante hambruna. Guatemala es una de las zonas del mundo más castigadas porhuracanes y terremotos, eventos desastrosos que sumados a la pobreza histórica, ligada muy intensamente a la injusta distribución de las tierras, hacen de este país un sólido miembro al club africano delindicador de escasez e ínfima calidad de vida. Guatemala es uno de los únicos países americanos prioritarios en las agendas de la mayoría de agencias de cooperación internacionales. Yo mismo meencuentro en Guatemala intentando consolidar algunas iniciativas de seguridad alimentaria en entornos totalmente paupérrimos, zonas muy pobres materialmente, donde estas lluvias, junto con la ayuda de abonosorgánicos, aves de traspatio y formación técnica agropecuaria, animan a pensar que, por lo menos durante un año, van a tener algo que llevarse a la boca. Y aunque el parche sea evidente, morfina paragobiernos occidentales que no se atreven a liderar hasta sus últimas consecuencias la batalla moral para conseguir los objetivos que ellos mismos, hipócritamente, firman en grandilocuentes ycarísimas cumbres, tal parche puede salvar momentáneamente algunas vidas. Cómo la de los dos niños que murieron hace poco con el vientre totalmente hinchado. La causa, alguna bacteria, virus o cualquier factorde un ambiente meramente insalubre, pero con el siniestro telón de fondo de una desnutrición que muele las defensas y amplía la vulnerabilidad al más mínimo ataque medioambiental.
Y este sufridoescenario siempre tiene como protagonistas al mismo pueblo, el pueblo indígena.
O para ser fiel a la realidad, a los diversos pueblos indígenas que moran este país. Unas 20 etnias diferentes, con sus...
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